Finezza y gazpacho

Que el enemigo está dentro y los de fuera son, a lo sumo, adversarios, es verdad tan evidente como que la mejor conspiración es la que no se ve venir.

La única baza de PMaquiavelo1edro Sanchez es la audacia. Y desde que se dio cuenta, o se lo dijeron y supo escuchar, que para el caso es lo mismo, ha hecho unas cuantas cosas bien. Se implicó y de qué manera en la campaña catalana, a sabiendas que el PSC no iba a obtener unos buenos resultados. Crispó, no lo suficiente ni lo suficientemente bien, la campaña de las generales que Arriola había diseñado de perfil bajísimo. A Pedro Sanchez le falta cintura, no hay más que verle bailar, pero ha tenido arrestos. Quizá a la desesperada, pero los ha tenido. Como para recoger el guante lanzado por la ciudadanía tras el 20D y, pasando por encima de los equilibrios internos de poder, ponerse a lo que toca: a configurar una mayoría que permita un gobierno alternativo al desastre del PP.

Como una Lannister versión cañí, Susana Díaz se le ha tirado a la yugular. Los ríos revueltos siempre fueron cauces perfectos para las estrategias oportunistas. Pero lo peor no es que se caracterice la lucha de poder como un juego de suma cero, quemando la posibilidad del “todos ganan”, sino que todo ha sido impúdico, basto, directo. Todo el mundo sabía lo que iba a pasar. Juego de Tronos ha hecho mucho daño. En la serie todo es demasiado obsceno, y no me refiero a las supuestamente tórridas escenas que estucan los capítulos. Hay algo naïf en toda esa retahíla de conspiraciones cruzadas de la serie. Lo evidente se hace obsceno cuando se muestra más allá de lo deseable. La conspiración no puede tener spoilers.

Díaz se ha equivocado, aunque acabe ganando, que está por ver. El enfrentamiento directo obliga a una victoria de sangre que, en un sentido u otro, no se puede permitir un anémico PSOE. El sottovoce hubiera facilitado estrategias para ganar todos: no entorpecer el difícil camino hacia la Moncloa de Sánchez, por ejemplo, y garantizarse algunos de los principales resortes de poder, para asentar su substitución natural al cabo de unos años. Paciencia y cabeza, vamos. Al fin y al cabo, fue el socialismo andaluz el que le dio el espaldarazo necesario a Pedro para ponerlo al frente del PSOE. Creo que Susana lo imaginó más sumiso…

Manca finezza” dijo Andreotti en los primeros días de la transición política española, supongo que porque el florentino se dio cuenta rápido de que aquí confundimos maquiavelismo con navajeo. La finezza es buena cualidad para situaciones políticas complicadas: astucia y audacia, intercambio y estrategia, sutileza y elegancia. Superando el determinismo cultural, no es incompatible con ciertas dosis de gazpacho. Haría falta un poquito más de susurro, y menos estridular de las baronías. La política española, especialmente con los gobiernos socialistas, ha dado múltiples ejemplos de procesos de negociación discretos y graves.

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