mirallesamhttp://speculumsite.wordpress.comMe apasiona el potencial de la ciudadanía en acción, y tengo la suerte de trabajar en proyectos comunitarios para favorecer la convivencia en diversidad.
Tiene Tolstoi un delicioso cuento titulado ¿Cuánta tierra necesita un hombre? El protagonista es tentado por el Diablo, quien le consigue tantas tierras que acaba falleciendo en el intento por recorrerlas. Es una historia con moraleja sobre la capacidad devoradora de la codicia, la ambición y la soberbia…
Las dimensiones del terreno de juego del RCDE Stadium son 105 metros de largo por 68 de ancho. Esto hace 7.140 m2 o lo que es lo mismo, 0,7 hectáreas. Así es. Existe en Catalunya casi una hectárea que se resiste al pensamiento único. Un terreno donde se siembra la disidencia, el orgullo, la audacia y el coraje, en bancales separados por líneas de cal. Ahí encontramos refugio los pericos, a veces para subir entonando alegres canciones al monte de la victoria, a veces para explorar el umbral de infiernos dantescos. Es nuestro sitio distinto, hecho de sensaciones singulares.
Hay alguna “calva” en esa hectárea, como en todos lados. Que levante la mano a quien no le clarea alguna vergüenza. Pero aún no ha amanecido el día en el que tengamos que sonrojarnos de los mangoneos con los poderosos para adulterar nuestras competiciones. Este terruño es para hundir las manos entre la hierba. Aquí no caben palancas. En esta pequeña porción de Catalunya no practicamos la simonía del deporte.
Desde tiempos antiguos, cuando una comunidad se focaliza sobre un espacio con carisma, siguiendo el designio de los augures y agrimensores, establece un diálogo que contiene el sedimento de sus anhelos y pasiones. El nuestro es un pedazo de tierra para no caminar solo, mientras reconocemos las huellas de los que vinieron antes. Suficiente para trazar el número mágico mientras hacemos vibrar el subsuelo de la Barcelona “de río a río”. Refugio de infortunios y asilo de disidentes, aquí resistimos a la manada mediática y depredadora. Es el espacio de nuestra primera piedra y de nuestro último aliento, donde ejercemos la soberanía de decidir si morimos por nuestra gente, con las botas puestas. Esto nos da una superioridad, aun en la derrota, que otros no entienden.
Acérquese lo suficiente a este espacio y notará una especial electricidad en el ambiente. Un fenómeno inexplicable que dura más de un siglo, para desgracia de los que anhelan nuestra desaparición. Casi una hectárea que es un no-lugar, una porción de suelo sagrado, donde un puñado de irreverentes han plantado su trinchera. Vayan viniendo, de uno en uno.
La epopeya se construye al filo del drama. Los momentos más oscuros son propicios para el advenimiento de buenas nuevas revestidas de leyenda. En estas andamos de nuevo los pericos con la llegada de Luís García. El momento reclama un héroe al rescate. Todo es tan tenso que ha hecho saltar por los aires la proverbial frialdad y serenidad de la que ha hecho gala hasta la exageración la propiedad del club.
Las palabras de Martínez nos entusiasmaron más que su sistema. Fueron importantes porque mostraron una habilidad del ya ex-entrenador: conectar con la fortaleza del relato perico. “Jodidos pero contentos”, nos dijo, y le creímos. Pero el gallego marcó demasiada distancia entre los lemas y los hechos, entre su discurso y lo que explicaban los jugadores sobre el verde. Jodidos estuvimos, pero para tener contenta a la gente del Espanyol, debe verse algo más.
El fútbol deja escaso margen a la razón. En realidad, nada es racional en este mundillo, y por eso es tan adictivo. De ahí que cuando se hace una apuesta arriesgada, un rumor retumba en la Barcelona de río a río, un grito apagado entre los dientes apretados que dice algo así como “con los nuestros hasta el final”. Un grito de trinchera para una decisión de trinchera. Los pericos queremos creer. Creer para ver.
Así las cosas, lo fiamos todo al liderazgo y carácter de Luis. Todo o nada. No necesitamos fortalecer más nuestro relato, lo que necesitamos son buenos resultados deportivos, a poder ser encadenados en el tiempo de manera que construyan de nuevo un proyecto sólido. En esta batalla el sentimiento es sólo una parte. La otra es que la pelotita entre por donde tiene que entrar. Seguro que el nuevo míster lo entiende. El 44 es el número de la puerta de Luis en nuestro estadio y, quien sabe, la cifra mágica de los puntos de una salvación holgada. Salvarse para no tener que salvarse más.
García es el apellido más común en Catalunya. No es menor el dato, si comparten conmigo la impresión de que es el Espanyol, y no el otro club todopoderoso, quien mejor representa a la Catalunya plural, mestiza, trabajadora y un poco enfadada consigo misma. Una Catalunya deseosa de volverse a mirar en el espejo y gustarse, como la afición del Espanyol. Por eso iremos el próximo sábado, con nuestras mejores galas, a llenar el templo, a romper gargantas, a empujar con el aliento. Ahora, todos somos García.
Hoy los secuaces de Bannon arrecian en su bombardeo mediático. Van crecidos y exhiben ufanos su pecho-pollo, henchido tras el episodio italiano. Tarantela lisérgica. Ebrios de victoria van, pescadores en río revuelto, sabedores de que la superposición de dos crisis ha hecho presión sobre las grietas del estado del bienestar. La falta de expectativas, de un horizonte para nuestros hijos, el temor a que el ascensor social se atore, o baje unos pisos, hace que se incremente la percepción de inseguridad “inespecífica”, ese cenagoso poso donde se larva el miedo que lleva de manera natural al odio al diferente, al chivo expiatorio, al pobre de entre los pobres. Así se fragua una estrategia profunda, discreta y tenaz, auspiciada por los generadores de fakenews de la ultraderecha y los nacionalismos identitarios. El objetivo: desestabilizar el sistema para obtener el poder.
Para tal ceremonia de la confusión preside el ara el ídolo del bricolaje, del “hágalo usted mismo”: sea usted su propia policía, procúrese su propio médico, pague usted a sus hijos un prestigioso colegio, no sea que llegue el juicio final y a usted y su prole les toque en el bando perdedor. De ahí el pasmoso crecimiento de esa derechona pseudo libertaria. A ellos les da igual desballestar el estado del bienestar, les da igual el desprestigio de las instituciones (vean el espectáculo de los jueces), se revuelcan bien en el lodo argumental de las redes. Por eso entran con alegría en la subasta a la baja de los tributos, que irremediablemente merma al Estado su capacidad de garantizar el bienestar de las clases medias y trabajadoras. Les da lo mismo si se infantilizan los argumentos, si se distancia el ciudadano medio de las administraciones de las que dependen sus servicios básicos universales. La desafección no es un problema, es un objetivo. Están aquí para desmontarlo todo, y por eso parece que todo les resbala, porque es así.
El repunte de la preocupación ciudadana en relación con la seguridad es inducido y premeditado, así como la depauperización de los servicios públicos esenciales: degradar la sanidad y la educación, induciendo al común de los mortales a buscar lo que los ricos ya tienen, una opción privada. Imagínense los estándares de desprecio de las empresas suministradoras de servicios hacia sus usuarios, aplicados a los servicios públicos. No eres nadie si no eres premium. Y ya sabemos como acaba la historia: sin blanca para poder pagarte la insulina.
Mienten. Y lo hacen sin miramientos. Y sin vergüenza, porque hace tiempo que en sus laboratorios descubrieron que mentir no penalizaba. La realidad es aburrida, y exigente. La mentira es dulce y se acopla como un guante a lo que quiero oír. Desde siempre hemos coexistido con mercachifles que nos proponían el crecepelo infalible, pero en la época de la hipérbole el smartphone nos los cuela en cada comida familiar, en cada tertulia en el bar, en cada reunión del colegio…
Pero les doy una mala noticia. Mala para “ellos”, claro. Se equivocan quienes piensan que la ultraderecha campa o va a campar alegremente por Europa. Son una inmensa mayoría los gobiernos moderados en la Unión. Por lo menos 17 países cuentan con gobiernos que van desde el centro izquierda, al centro derecha. Y otrosí: los resultados siguen sumando un gran porcentaje de votantes de izquierda, en ocasiones dispersos, en otras directamente confrontados, pero muy importantes en número. Por lo tanto, guarden de momento las trompetas, que el apocalipsis todavía no llegó.
Son tiempos duros, incómodos para esa izquierda pijiprogre de los unicornios y el delirio woke, que haría bien en arremangarse. Tarde se han percatado de que todo el resto no puede ser nazi, facha y/o paleto. La izquierda que pide trinchera sólo para luchar contra el fascismo aburre, entristece y no recibe votos. Básicamente porque también miente, pero lo hace peor. Desde el buenismo o el fraccionamiento en mini-causas, pasando por su adanismo o la fascinación inexplicable por los nacionalismos periféricos, todo lo que aleje a la izquierda de las cosas del comer, de la redistribución de la riqueza, la erosiona terriblemente. El mundo no es twitter, por suerte.
El momento es grave, con un sistema democrático desprestigiado por errores propios y ajenos, en un panorama de importantes desigualdades. Un caldo de cultivo perfecto para que avancen los discursos del odio, el miedo y el resentimiento. Debemos detenerlos, pero para eso no hace falta gritar más fuerte, ni tenerla más grande (la pancarta, digo).
Vamos a contracorriente, y llegamos ligeramente tarde. Se hace necesario abordar las causas profundas sobre las que se sustentan estos epifenómenos populistas. Y de ahí la defensa sin fisuras del Estado.
El Estado social debe ser nuestra zona de confort común. Debe contribuir a reducir los factores de vulnerabilidad a nivel individual y colectivo. No quiero buscarme la vida para estar más seguro, quiero que lo hagamos desde el sistema, con todas las garantías, para el bien común. La izquierda sin complejos levanta la bandera de la seguridad: una seguridad integral, que incorpora tanto la necesidad de mantener nuestra integridad material, física, psicológica, como la necesidad de mantener nuestra dignidad, nuestras expectativas dignas de futuro.
Frente al populismo fiscal, una fiscalidad más progresiva que beneficie a las rentas medias y bajas, en detrimento de las grandes fortunas. Un sistema impositivo cabal, progresivo y solidario. Respuestas moderadas, serenas, inclusivas y nítidas. Medidas que den respuesta a las necesidades sin polarizar, sin recorrer a posicionamientos histriónicos, sin postureos. Y sobre todo, sin ofrecer fórmulas mágicas y sencillas para problemas terriblemente complejos.
El Estado es la zona segura de los que no nos podemos permitir que la seguridad, la limpieza, la educación o la sanidad dependan de cuan llena suene nuestra bolsa. Unos buenos servicios públicos son la mejor protección de la clase media y trabajadora. Defender al estado es defendernos a nosotros, a nuestros mayores y a nuestros hijos.
Permíteme la osadía, Raúl, de dirigirme a la persona más allá del acrónimo. Soy consciente de que es improbable que leas esto, entre la miríada de seguidores y el estridular mediático que acompaña tu oficio. Si por lo que fuera de entre todo ese runrún te topases con este texto, debo pedirte disculpas por opinar sin tener, en absoluto, toda la información pertinente. Has de saber que la pulsión que me mueve es un intento por contribuir desde esta humilde posición a que se dibuje un escenario positivo para ti y para el Espanyol. Esto es ya una declaración de intenciones: creo que el acuerdo y la reconciliación es el mejor de los marcos posibles para tus éxitos, actuales y futuros, aquí o donde te lleve tu carrera, y los del equipo.
No voy a entretenerme en recordarte lo que muchos te dirán y que tú sabes de sobras. Que formas parte de esa élite privilegiada que puede ganarse muy bien la vida haciendo lo que le gusta, además de granjear gloria, fama y estrellato. Me interesa más, si me permites, apelar al genio que llevas dentro, y que es a la vez causa y freno de tu progresión.
El genio es patológico. Bueno es irlo recordando a todos los papás y mamás que querrían que sus hijos fueran genios de las artes, el deporte o la ciencia. El genio no es fácil ni para sí, ni para quien le rodea. El genio es un destello, una mirada hacia arriba en medio de la planicie. Buenos jugadores hay muchos: pasión, esfuerzo, técnica, contactos… todo ello puede producir más o menos en serie buenos jugadores desde laboratorios cada vez más sofisticados. Genios hay pocos, muy pocos. Y suelen quebrar las paredes de los laberintos, bien para ser leyenda, bien para acabar en el más triste de los destierros.
Toda epopeya necesita de un héroe, pero también el héroe debe identificarse y ser identificado con el conjunto de sus seguidores. El tránsito por segunda tuvo un nombre propio. Supiste picar piedra en las peores condiciones. Luego vino la extraña e irregular temporada en primera, donde seguramente se quebraron cosas que hoy afloran, aunque volviste a brillar hasta alcanzar el Zarra ex aequo con Aspas. Otro genio, por cierto, pero que ha sabido conectar con las profundidades del sentimiento celtiña. El egregor, la consciencia colectiva que se nutre de historia, valores y expectativas, requiere de personajes que lo cristalicen y lo representen, como símbolos. Capitanes, con o sin brazalete. La cuestión es si tienes lo que hay que tener para serlo.
Por mi trabajo he podido comprobar cómo las estrategias colaborativas son mucho más rentables, individual y colectivamente, que las competitivas. Es aquello de que si quieres llegar más rápido, ve sólo, y si quieres llegar más lejos, ve acompañado. En mi modesta opinión falta un gesto definitivo, que haga estallar el nudo gordiano, y que debe partir de la humildad y de la lealtad (el genio, el talento, que sería el tercer elemento, se te presupone). Humildad, suficiente para acercarse al otro con ánimo de aclarar las cosas. Lealtad a un equipo, a un compromiso más allá de un contrato. Transitar por el abismo también nos hace más grandes.
El héroe no es el príncipe, aunque a veces acontezca que una cosa lleve a la otra. El héroe no puede aislarse en su castillo. Va contra su naturaleza. Contra aquello que lo hace diferente. El héroe debe fundirse con una causa que le trasciende. No hay nada más adherente que la acción, y la acción es puro fuego. Siendo muy manida la comparación de los futbolistas y los gladiadores, creo que viene como anillo al dedo un diálogo de la película Gladiator, entre Próximo, un tratante de gladiadores y el héroe, Máximo:
–Yo no era el mejor porque fuera ágil matando, era el mejor porque la gente me amaba. Gánatelos y ganarás tu libertad.
–Me ganaré a la gente. Les ofreceré algo que jamás han visto.
Estamos hartos de CEOs, big data, IA y sofistas. En estos tiempos oscuros necesitamos que nos expliquen una historia de caballeros de los de armadura brillante. Todo lo contrario a un culebrón. Son momentos críticos. Medita bien tus gestos, pero cuando los hagas, que sepas que todos estaremos mirando. Nos espera la épica del reencuentro. Vuelve, Raúl. Juntos haremos grandes cosas.
Va dir l’altre dia el nostre estimat Sergi Mas, a l’estrena de l’aventura televisiva «21″ de l’Oriol Vidal a Esport3 (llarga vida al programa!), que l’entorn de l’Espanyol està impregnat d’un profund pessimisme. Però com d’a prop estem els periquitos del mestre Schopenhauer?
Deia l’abanderat del pessimisme profund que “no hi ha cap vent favorable per qui no sap a quin port es dirigeix”. I raó no li faltava. El nostre equip sembla en ocasions massa perdut entre Escil·la i Caribdis. Ens ha faltat determinació en moments clau. Fracassos fecunds però dolorosos ens han endurit. Ara, que sembla que la direcció vol cuinar a foc lent, un projecte consolidat que es projecti cap al futur amb més múscul, no són pocs els que s’ho miren amb ansietat. Costa de posar les llums llargues. “Poques vegades pensem en allò que tenim, però sempre en allò que ens falta”.
La filiació blanc-i-blava és també, com deia l’Arthur parlant de la filosofia, una elevada cota a la que només s’accedeix per un escarpat camí de punxegudes pedres i afilades espines. La redempció del perico és el cor i la voluntat: la força d’un sentiment, no hi ha millor lema.
El pessimisme que exhibim amb orgull no és antagònic de la felicitat, ni gens derrotista. Nosaltres en sabem molt de la recerca infructuosa de la felicitat, i per això, quan arriba, la volem exprimir. Davant del felicisme pueril, enfront de l’imperatiu de la felicitat, nosaltres ens pixem a sobre dels tractats d’autoajuda i del mindfulness. No impedim l’entrada a l’alegria, faltaria més, però sí a l’il·lusionisme. Deixem els pamfletaris i ridículs exercicis d’optimisme buit per al nostre veí, en altra hora ric, ara enredat en la seva lisèrgica decadència, doncs sabem que “una vida feliç és impossible: el màxim a que pot aspirar l’ésser humà (perico sobretot) és a una vida heroica”.
El pessimisme realista de l’Espanyol no és una llosa que arrosseguem llastimosament, sinó una lluerna interior, una espècie d’instint ens impel·leix a l’acció. És clarividència feta de desenganys, que parteix de la precarietat per a superar els patiments. No pain, no glory, amigos!
El nostre pessimisme és candent, està permanentment a l’aguait, i ens insta a agafar les regnes enmig de la turbulència. Una voluntat sense principi ni final ens exhorta a l’acció, a no cedir, a avançar amb tot per on ens deixi la Fortuna. Tot s’hi inclou en el torrent del temps, i la nostra història està feta d’èpica. Que la felicitat no és regal, sinó conquesta. El pessimisme pot ser terapèutic, perquè és decapant i lúcid, revolucionari: més lluita, més convenciment i menys plors i queixes.
La gracia de la fe tiene la particularidad de no ser una cuestión que competa a voluntad de cada uno. O se tiene, o no se tiene. Sin embargo puede tenerse y perderse, o perderse y recuperarse, operando siempre con independencia de nuestros deseos.
Los pericos, de siempre, contamos con ese favor inmerecido. Pasamos mascullando media semana sobre alineaciones, sistemas y actitudes, y la otra media andamos fabulando con el cuento de la lechera: que si ganamos hoy nos ponemos a equis puntos de Europa. Quizás por ello no nos acaban de encajar los místers demasiado hieráticos, salvo aquellos que llevan la procesión por dentro, y no soportamos en absoluto a los agnósticos.
Una temporada de recién ascendido es propicia para contemporizar, ser resultadista, pragmático. Pero llegados al ecuador y vistos los mimbres del equipo y del cuerpo técnico, éste Espanyol puede y debe mirar hacia arriba. Hemos hecho los deberes. Hágase pues.
Vista la decadencia blaugrana, la pequeñez de sus andamiajes, el escaso señorío de sus desprecios, Vicente, hay que tener fe. Las condiciones son favorables. Necesitamos creer, es la condición del corazón perico. Cada partido es una promesa, aceptando el reto de ir más allá de lo establecido: somos los herederos.
Vicente, debes creer, que para eso tienes un nombre con etimología de vencedor (vincens). Puedes sentirte seguro, porque en medio de la vorágine, siempre habrá un incondicional, llueve o truene, que es el apoyo de la afición. Más allá, se entiende, del estridular de las redes. Ella te garantiza su aliento en este propósito poderoso. Porque si algo sabemos los pericos, Vicente, es que la fe es necesaria para gozar de la esperanza.
Un domingo a las tres de la tarde, en unas instalaciones regulinchis cualquiera. Unas cañas y un bocata. Reencontrarnos todos con un “a ver qué pasa hoy”, entre expectante, resabido y escéptico. Entrenadores jóvenes que se desgañitan mirando de sacar lo mejor de ellos y de sus equipos. Los chavales, el porqué de todo esto, con una mochila de estudios, adolescencia, despertares, granos y primeras novias, y tres entrenos entre semana a los que asistir, por gusto pero también por compromiso. Son momentos cálidos. Veo ese tobillo izquierdo que atesora una finezza por explotar, y me emociono, porque el barrio gambetea por la banda. Es nuestro fútbol. Es pura verdad.
Tanto nos gusta que a veces olvidamos, todos, lo que quiere decir el futbol formativo. Los místers acaban siendo penitentes de comentarios cuñadistas, que como es sabido todos llevamos dentro un entrenado excelente, al que sacamos a pasear las tardes de partido para iluminar con nuestra sabiduría el mundo del balompié.
No falta tampoco la torpeza de quien no sabe que la presión a los chavales debe suministrarse con tino, con mimo y con mesura. Es minoritario, pero se hace notar. La berrea es impelida por frustraciones de otros lares, arrebatos de testosterona no bien resuelta, seguramente por falta de una canalización más vigorosa y placentera. Los críos más pendientes de las indicaciones de papá que del banquillo. Pero papá sigue gritando porque no sabe otra manera de gestionar lo que le pasa por dentro y por fuera. La sombra de Homer Simpson no es alargada, pero llega lejos, profundo.
Por supuesto todo bien regado también con improperios a los árbitros, como si estos fueran de otro planeta, como si no padecieran los horarios y las instalaciones. Como si no tuvieran bastante con sacar adelante con dignidad un partido, a veces bronco, siempre competido, sin asistentes, y con unos cuantos energúmenos empeñados en agriar la tarde al resto. Emociona escuchar al árbitro malagueño Andrés Giménez hablarles a los padres y madres sobre el “VAR de la honestidad”.
Son muchos ya los esfuerzos de clubs e instituciones para conseguir que este espectáculo sea un momento divertido en el que invertimos horas famílias, gestores, directivas, entrenadores,… Estoy convencido del compromiso de los responsables con el civismo, como uno de los valores fundamentales del deporte. Hace falta que las familias sigamos también esa estela, y desterremos con firmeza determinadas actitudes, para que no se nos identifique con ellas, ni a nosotros, ni a nuestros hijos e hijas, ni a nuestros clubs, en una sinécdoque injusta y pegajosa.
El futbol de barrio es lugar de encuentro, intercultural, de cervezas y amistades, inclusivo… un espacio de socialización diferente que sirve también para romper estigmas. Para forjar talento. Para templar talantes. Para demostrar que el barrio, cuando nos sale, puede ser vehemente, pero es ante todo esfuerzo, compromiso, civismo, orgullo y respeto. Algo que se escapa del laboratorio. Cuidémoslo.
I si fos enguany? Escric aquestes línies després de la tercera jornada de Lliga, d’un mal partit a Mallorca. Ho dic per què potser no és el millor moment per fer volar coloms, però… i si sí? Pot l’Espanyol fer el sorpasso al totpoderós Barça? Es donen algunes condicions favorables, arrel dels símptomes de depressió i del deteriorament econòmic i d’imatge que afecta l’etern rival per diversos casos esportius i extraesportius (veure el magnífic informe publicat per Reputation Republik) però la qüestió que voldria dirimir ara és si els pericos, institució i afició, acomplim alguns dels requisits per fer-ho possible. Crec que podem tenir una plantilla prou competitiva com per estar entre els 10 millors de la Lliga, però atenent a l’axioma “el futbol és un estat d’ànim”, considero que és precisament en l’àmbit de la predisposició anímica a on ens podem treure els complexes i mirar cap amunt.
Per no ser titllats de babaus, cal reconèixer d’entrada dues premisses bàsiques: 1) Es tracta d’una empresa difícil. L’any que jo vaig néixer, i d’això creieu-me que ha plogut, ens vam quedar a un puntet d’agafar-los. Vam fer tercers. I la darrera vegada que vam assolir aquesta fita a la classificació, la 86/87, encara ens van treure 6 punts… Ens hem de remuntar fins a la 41/42, en plena postguerra, per trobar la darrera vegada que els vam passar per davant (ells van quedar a la posició 12, i nosaltres vam ser vuitens). 2) Encara que no quedi molta gent viva d’ençà per recordar-ho, el fet que hagi passat vol dir exactament això: que és una opció possible. Més enllà del possibilisme condescendent, les coses “són com són”, sí, excepte en alguns moments màgics que trenquen els esquemes, els apriorismes… Beneïts els accidents que, contra tota lògica, fan moure les parets dels laberints.
Caldrà, però, tota la nostra determinació si volem escriure una història que valgui la pena ser contada. Haurem de superar la necessitat d’afirmar-nos per la negació de l’altre, cremar els complexes, invocar les paraules oblidades. Esdevenir campions per dintre, com a requisit per ser-ho cap a fora.
Tinc la impressió de que la pericada, inclosa la directiva, ens perdem la meitat de la festa sense sortir de la nostra zona de confort. Se’ns dóna molt bé queixar-nos, i demanar disculpes… La cartografia de qualsevol transformació es dibuixa assumint reptes. Hem de voler, veritablement, posar proa a un itinerari incert, cavalcar el centaure, permetre que la causa blanc-i-blava ens arrauleixi. Misteri poderós que ens xiuxiueja, a cau d’orella: “les condicions són les propícies”.
Punt d’inflexió d’infinites noves possibilitats, que destrossa els laboratoris i col·lapsa els sistemes. Moments que fecunden els mites que explicarem als nostres nets. L’èpica, que ens fa recordar que existim amb personalitat pròpia, en una lluita de 120 anys. L’èpica, que ens aporta situacions commovedores, vitals, per aquests temps foscos. Hem de sentir orgull per aquesta epopeia: una vibració al voltant de les causes perdudes, quelcom que exerceix una estranya i poderosa atracció.
Necessitarem d’aquest coratge, però també rigor i audàcia. Rigor, per portar l’exigència al límit, des dels despatxos al vestidor, passant per la grada. L’audàcia, que haurà de ser ritualitzada en forma d’ofrenes propiciatòries per agradar als oracles moderns, als deus del branding, la demoscòpia i la mercadotècnia. El sorpasso és també una qüestió de reputació.
Haurem d’estar preparats per oferir quelcom diferent. Un club plural, implicat a la vida social del país, que no entra al drap de les guerres de banderetes, que exerceixi un lideratge al futbol català alternatiu a l’estil extractiu i prepotent del nostre veí ric de Barcelona. Això implica ser capaços de bastir estratègies col·laboratives amb d’altres clubs catalans (un bon exemple és la cessió d’en Pol Lozano al Girona, bona jugada).
Acostumats com estem a navegar entre Escil·la i Caribdis, entre tempestes i interminables dies rúfols a les temporades grises que de tant en tant ens toca viure, a l’Espanyol col·leccionem impactes de batalles. Això ens ha fet forts, però també ens ha enterbolit l’horitzó.
No tenir expectatives és dolent, però pitjor és que allò que pots albirar et generi temors del més enllà, desconfiança davant de les incerteses de l’altre costat. En la construcció erràtica i contradictòria del nostre club potser s’ha arribat a un d’aquests punts en els que els dics esclaten, en un desbordament que generarà canvis torrencials. El perico haurà d’esperonar-se, i tornar a ser el felí que li dóna nom. Només així passarà de l’espera a l’aguait, i podrà llençar-se per atrapar l’ocasió, Kairos. Per alguna cosa els antics la representaven calba pel clatell. Si passa ja mai més la podràs agafar.
L’herència més gran que tinc del meu pare és ser perico. La transmissió paterno-filial, en això, com en d’altres coses, és el més fort dels vincles, perquè aporta veritat i fidelitat incondicional en aquests temps moderns tan líquids i convulsos.
Els pericos som l’excepció. Els nostres colors són una causa. Aprenem allò que en diuen ara “resiliència” de ben petits, a l’escola o jugant al carrer. Quan tots volien ser Laudrup, jo deia que millor Lauridsen. I així, amb l’ajuda de les mirades d’incredulitat dels que ens envolten, anem entenent que som un inesperat succés, una posició contracultural. Una meravellosa minoria, sí.
Però el tracte amb d’altres amants de l’Espanyol també té els seus racons foscos. A base de sobreviure en ambient hostil, la pericada de vegades cau en el parany del victimisme o, pitjor encara, de l’autocrítica caïnita. És com si, davant d’esdeveniments adversos, prenguéssim l’actitud de dir “el món ens odia” o “som un desastre”.
A l’extrem dels calimeros blan-i-blaus, en trobem les particulars expressions de queixa i laments, justificades sense dubte per la dificultat de sobreviure a la dictadura mediàtica nacional-barcelonista, que també pateixen, no ho oblidem, Joventut de Badalona, Sabadell, Nàstic o Girona. Però la queixa no ens traurà de l’atzucac. És temps d’alçar el cap i fer-nos valdre a les institucions. Catalunya, com ho van entendre fa molt de temps Madrid, València, Euskadi o Andalusia, és i ha de ser molt més que un club. I això, tot i que no ho entenguin a la primera, també afavorirà al totpoderós Barça. Òbviament encadenar quatre o cinc campanyes esportives d’èxit dintre de les nostres possibilitats en aniria bé per reforçar l’autoestima, i reivindicar un altre tracte. El costat sinistre d’aquest extrem addicte a la queixa és l’odi. Passa sovint que la gent acomplexada tendeix a l’odi com a refugi. D’aquí que una part de l’espanyolisme es defineix per una animadversió malaltissa envers el Barça.
No tenir diners no és el mateix que ser pobre. Ser pobre d’esperit és celebrar les derrotes dels altres, cridar “puta Barça” i “puta TV3” quan tens alguna fita pròpia. Aquí no em trobareu mai. Sóc perico, però mai no he sigut anti-culé. N’hi ha coses i moments de la història futbolística del Barça (per exemple, el dream team, o l’etapa Guardiola) que crec que són grans contribucions al futbol, i a casa hem gaudit molt amb Ronaldinho al Bernabeu, o les jugades estratosfèriques d’en Messi. Faltaria més. Ens agrada el futbol.
L’altre extrem de l’espanyolisme és la terrible pulsió autodestructiva. Ja sabem que, com sempre ha passat, tots portem un entrenador a dintre, o un director esportiu. Però el cas és que avui, com mai, tothom té un altaveu al seu abast a les xarxes socials per tal de fer-se sentir més enllà de la barra del bar amb l’escuradents a la boca. I mires les xarxes o sents els comentaris i caram… Es diria que estem més pendents de tirar-lo tot per terra que de generar un bon ambient. Hem de mirar el futur amb optimisme, i al passat amb orgull, des de que aquell grup d’estudiants de la UB van fundar el nostre club fa més de 120 anys. Seguim tenint un bon futbol base, i surt bon material de la pedrera, tot i l’exercici extractiu del ric veí barcelonès. Tenim els comptes sanejats gràcies a Mr. Chen. Encarem una nova etapa a primera divisió havent mantingut el nucli del grup que ens va baixar, sí, però que també ens va tornar a on havíem de ser, i amb un entrenador i un cos tècnic que han sapigut manegar psicològicament el planter.
D’altra banda, és per sentir-se orgullós com s’ha posicionat el club quan les tensions polítiques del país estaven en el seu punt àlgid, mantenint una escrupolosa neutralitat i fent de l’esport el nostre únic objectiu, com deia l’antic himne. Conec alguns culers que en això, com a mínim, ens miren amb una certa enveja.
El futbol és un espectacle, sí. S’ha de gaudir. I també si voleu un estil de vida. I també llavors s’ha de gaudir. Sembrar odi, lamentar-se contínuament o criticar-ho tot no semblen maneres de passar-ho bé. Miro d’esquivar els tipus tòxics d’afició, i tant de bo ens comencem a fer sentir aquelles i aquells que volem viure l’Espanyol en positiu. Els que volem hores d’ara oferir el nostre suport incondicional als jugadors i al cos tècnic. Ja vindran temps d’analitzar els resultats, però ara han de notar el nostre alè. Només així podrem somiar algun dia, de veritat, amb un Espanyol gran, potser tan gran com per fer “el sorpasso” català, amb els colors blanc i blaus que lluïa al blasó l’almirall Roger de Llúria…
Cumplir 49 es un quiero y no puedo. Demasiado mayor para muchas cosas, demasiado joven para tantas otras. Todavía no me he vacunado, por ejemplo, pero sí fueron abandonadas hace lustros las veleidades de la juventud, al menos tal y como las definen los clichés. Y menos mal. Falta además el dígito, la solera de la péntada, ese 5 que marca. Hoy empieza la vuelta 50 al sol, pero sólo cuando la culmine se incorporará el sagrado número a mi particular marcador, como un sello de calidad. Mientras tanto, un limbo, un absurdo, el año del casi.
Casi 50 será el mantra más escuchado. Será también el año en el que casi recuperaremos la normalidad, esa cosa antes denostada por supuestamente anodina, y hoy añorada. Tendremos también casi un indulto que (casi) tranquilizará de una vez por todas el panorama político catalán. Ni caso. Perdí todo atisbo de credibilidad. Casi se romperá el gobierno progresista de España muchas veces, pero sólo casi para el casi aspirante Casado. Ante el arreciar de la crisis, casi seremos conscientes de que no podemos dejar a nadie atrás para que casi a todos nosotros nos vaya un poco mejor. Casi nos olvidaremos de la importancia de la sanidad y de la educación públicas (ahí estaremos para recordarlo). Casi ganarán los de siempre, pero ese “casi” abre un infinito de posibilidades que les hace zozobrar.
Casi perderé el rumbo y lo recuperaré mirando las estrellas. Casi transitaré de nuevo el ara y los inciensos. Casi me tocará la lotería. Casi me emocionaré mil veces viendo a los hijos crecer, irreverentes, inquietos, ilusionados. Casi entenderé la magia de tus ojos de miel y mar. Casi recorreré el túmulo de los secretos, las costas luminosas y los manglares. Casi se estará poniendo el sol mientras nos abrazamos de nuevo.
¿Sabéis una cosa? Casi tengo ganas, después de muchos años, de llegar para poderlo celebrar con todos vosotros. Doy una vuelta y vuelvo en un momento.