A mi maestro

“El camino es fatal como la flecha, pero en las grietas está Dios, que acecha”. Así hablaba Borges del I Ching, el milenario libro de las mutaciones chino, poso de sabiduría tradicional en estado puro. Para algunos, la vida es lo que nos pasa escudriñando ese Dios inusitado y acechante. Por eso el maestro tiene mil caras, es una epifanía intermitente que manda mensajes en una botella. Hoy es un niño que dispara a quemarropa una mirada de incomprensión; ayer un silencio vibrante que nos recordó, como dice Pessoa, que puede haber más amor viendo pasar el río lentamente que en los besos y las caricias. Y ahí vamos, con torpeza y cazamariposas, dando tumbos y trastabillando, pero con los ojos bien abiertos, tratando de cazar al vuelo sus enseñanzas.

Con un poco de suerte tendremos la gracia de reconocerle, de corporeizarlo en grandes hombres y mujeres que se cruzan insospechadamente en nuestro camino. Ángeles, mensajeros, benditos accidentes  contra toda lógica. Compañeros de viaje, de etapa, de minutos o de toda una vida. Peregrinos… Miradas de miel o de mar profundo, portadoras de profecías, consejos, reprimendas. A veces extensas como para deleitarnos, a veces sutiles como un gesto. Calentitas como el sol en una mañana de invierno, o tremendas como la vida.

No me considero mal aprendiz, aunque creo que tengo el extraño don de sacar de quicio a mi maestro. Como padawan puedo resultar pendenciero y tozudo…  Por mucho que me esfuerce en corresponder su gracia, es difícil estar a la altura de gente tan grande, y de detalles tan pequeños. Me afano en recopilar su recado. Hasta ahí puedo leer…

OLYMPUS DIGITAL CAMERA

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s