Carta abierta a Raúl de Tomás. Más allá del acrónimo.

Permíteme la osadía, Raúl, de dirigirme a la persona más allá del acrónimo. Soy consciente de que es improbable que leas esto, entre la miríada de seguidores y el estridular mediático que acompaña tu oficio. Si por lo que fuera de entre todo ese runrún te topases con este texto, debo pedirte disculpas por opinar sin tener, en absoluto, toda la información pertinente. Has de saber que la pulsión que me mueve es un intento por contribuir desde esta humilde posición a que se dibuje un escenario positivo para ti y para el Espanyol. Esto es ya una declaración de intenciones: creo que el acuerdo y la reconciliación es el mejor de los marcos posibles para tus éxitos, actuales y futuros, aquí o donde te lleve tu carrera, y los del equipo.

No voy a entretenerme en recordarte lo que muchos te dirán y que tú sabes de sobras. Que formas parte de esa élite privilegiada que puede ganarse muy bien la vida haciendo lo que le gusta, además de granjear gloria, fama y estrellato. Me interesa más, si me permites, apelar al genio que llevas dentro, y que es a la vez causa y freno de tu progresión.

El genio es patológico. Bueno es irlo recordando a todos los papás y mamás que querrían que sus hijos fueran genios de las artes, el deporte o la ciencia. El genio no es fácil ni para sí, ni para quien le rodea. El genio es un destello, una mirada hacia arriba en medio de la planicie. Buenos jugadores hay muchos: pasión, esfuerzo, técnica, contactos…  todo ello puede producir más o menos en serie buenos jugadores desde laboratorios cada vez más sofisticados. Genios hay pocos, muy pocos. Y suelen quebrar las paredes de los laberintos, bien para ser leyenda, bien para acabar en el más triste de los destierros.

Toda epopeya necesita de un héroe, pero también el héroe debe identificarse y ser identificado con el conjunto de sus seguidores. El tránsito por segunda tuvo un nombre propio. Supiste picar piedra en las peores condiciones. Luego vino la extraña e irregular temporada en primera, donde seguramente se quebraron cosas que hoy afloran, aunque volviste a brillar hasta alcanzar el Zarra ex aequo con Aspas. Otro genio, por cierto, pero que ha sabido conectar con las profundidades del sentimiento celtiña. El egregor, la consciencia colectiva que se nutre de historia, valores y expectativas, requiere de personajes que lo cristalicen y lo representen, como símbolos. Capitanes, con o sin brazalete. La cuestión es si tienes lo que hay que tener para serlo.

Por mi trabajo he podido comprobar cómo las estrategias colaborativas son mucho más rentables, individual y colectivamente, que las competitivas. Es aquello de que si quieres llegar más rápido, ve sólo, y si quieres llegar más lejos, ve acompañado. En mi modesta opinión falta un gesto definitivo, que haga estallar el nudo gordiano, y que debe partir de la humildad y de la lealtad (el genio, el talento, que sería el tercer elemento, se te presupone). Humildad, suficiente para acercarse al otro con ánimo de aclarar las cosas. Lealtad a un equipo, a un compromiso más allá de un contrato. Transitar por el abismo también nos hace más grandes.

El héroe no es el príncipe, aunque a veces acontezca que una cosa lleve a la otra. El héroe no puede aislarse en su castillo. Va contra su naturaleza. Contra aquello que lo hace diferente. El héroe debe fundirse con una causa que le trasciende. No hay nada más adherente que la acción, y la acción es puro fuego. Siendo muy manida la comparación de los futbolistas y los gladiadores, creo que viene como anillo al dedo un diálogo de la película Gladiator, entre Próximo, un tratante de gladiadores y el héroe, Máximo:

Yo no era el mejor porque fuera ágil matando, era el mejor porque la gente me amaba. Gánatelos y ganarás tu libertad.

Me ganaré a la gente. Les ofreceré algo que jamás han visto.

Estamos hartos de CEOs, big data, IA y sofistas.  En estos tiempos oscuros necesitamos que nos expliquen una historia de caballeros de los de armadura brillante. Todo lo contrario a un culebrón. Son momentos críticos. Medita bien tus gestos, pero cuando los hagas, que sepas que todos estaremos mirando. Nos espera la épica del reencuentro. Vuelve, Raúl. Juntos haremos grandes cosas.

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