Las saturnales romanas eran, para que nos entendamos, como si juntáramos Navidad y Carnaval. Las fiestas empezaban con un sacrificio a Saturno, y sucedían siete días de bullicios, banquetes y regalos, todo alrededor del solsticio de invierno. Ayer tuvimos un sacrificio necesario, el del propio President Artur Mas, y jolgorios más o menos bien repartidos por los barrios de las posiciones extremas.
Los independentistas tuvieron su enésimo día histórico, por motivos obvios, y los inmovilistas volvieron a brindar con cava catalán. La situación les queda muy bien a los del choque de trenes, a los nacionalistas de uno y otro bando. El PP está ahora un paso más cerca de la Moncloa (ya los separatistas le hicieron fácil la campaña), y Sánchez bien arrimado al abismo, con el margen de maniobra muy reducido. El federalismo, la tercera vía o le llamen como le llamen, deberá esperar su turno, al final del túnel, cuando las locuras de uno y otro bando hayan terminado, cuando la entropía ya llegue al colapso. Ayer los únicos que no brindamos fuimos los que creemos en el acuerdo.
Hoy el panorama es más crudo. Se vuelve a repetir hasta la extenuación el mantra del “mandat democràtic”. Nunca una mentira necesitó de tantas reiteraciones para seguir siéndolo. La caverna mesetaria volverá a entonar lo de “España se rompe”. Ambas magníficas excusas para evitar el acecho de gobiernos de izquierdas, para despistar al personal de las urgencias sociales, para no fijarnos demasiado en la corrupción. Las banderas se vuelven velos que filtran convenientemente la realidad. Poco importa que el “procés” en realidad esté criogenizado, que la bravuconada de los 18 meses ya no se la crea nadie. Unos pocos aspavientos, griterío de uno y otro bando, declaraciones altisonantes, y parecerá que está vivo. La coartada todavía funciona. Se han evitado convenientemente las elecciones de marzo, para que el pueblo no tuviese la ocasión de desmontarla.
Conocida es la afición de Saturno-Cronos por devorar a sus hijos. Así es la política también, muy saturnal ella, y así está resultando éste eterno, lisérgico y truhanero proceso hacia la quimérica independencia de Catalunya. La credibilidad de partidos e instituciones está bajo mínimos. Tenemos un President de derechas, y un gobierno sustentado en el transfuguismo de dos parlamentarios de la CUP. Y tenemos coartada para más tropelías.