Casi una hectárea de disidencia

Tiene Tolstoi un delicioso cuento titulado ¿Cuánta tierra necesita un hombre? El protagonista es tentado por el Diablo, quien le consigue tantas tierras que acaba falleciendo en el intento por recorrerlas. Es una historia con moraleja sobre la capacidad devoradora de la codicia, la ambición y la soberbia…  

Las dimensiones del terreno de juego del RCDE Stadium son 105 metros de largo por 68 de ancho. Esto hace 7.140 m2 o lo que es lo mismo, 0,7 hectáreas. Así es. Existe en Catalunya casi una hectárea que se resiste al pensamiento único. Un terreno donde se siembra la disidencia, el orgullo, la audacia y el coraje, en bancales separados por líneas de cal. Ahí encontramos refugio los pericos, a veces para subir entonando alegres canciones al monte de la victoria, a veces para explorar el umbral de infiernos dantescos. Es nuestro sitio distinto, hecho de sensaciones singulares.

Hay alguna “calva” en esa hectárea, como en todos lados. Que levante la mano a quien no le clarea alguna vergüenza. Pero aún no ha amanecido el día en el que tengamos que sonrojarnos de los mangoneos con los poderosos para adulterar nuestras competiciones. Este terruño es para hundir las manos entre la hierba. Aquí no caben palancas. En esta pequeña porción de Catalunya no practicamos la simonía del deporte.

Desde tiempos antiguos, cuando una comunidad se focaliza sobre un espacio con carisma, siguiendo el designio de los augures y agrimensores, establece un diálogo que contiene el sedimento de sus anhelos y pasiones.  El nuestro es un pedazo de tierra para no caminar solo, mientras reconocemos las huellas de los que vinieron antes. Suficiente para trazar el número mágico mientras hacemos vibrar el subsuelo de la Barcelona “de río a río”. Refugio de infortunios y asilo de disidentes, aquí resistimos a la manada mediática y depredadora. Es el espacio de nuestra primera piedra y de nuestro último aliento, donde ejercemos la soberanía de decidir si morimos por nuestra gente, con las botas puestas. Esto nos da una superioridad, aun en la derrota, que otros no entienden.

Acérquese lo suficiente a este espacio y notará una especial electricidad en el ambiente. Un fenómeno inexplicable que dura más de un siglo, para desgracia de los que anhelan nuestra desaparición. Casi una hectárea que es un no-lugar, una porción de suelo sagrado, donde un puñado de irreverentes han plantado su trinchera. Vayan viniendo, de uno en uno.

La épica se apellida García

La epopeya se construye al filo del drama. Los momentos más oscuros son propicios para el advenimiento de buenas nuevas revestidas de leyenda. En estas andamos de nuevo los pericos con la llegada de Luís García. El momento reclama un héroe al rescate. Todo es tan tenso que ha hecho saltar por los aires la proverbial frialdad y serenidad de la que ha hecho gala hasta la exageración la propiedad del club.

Las palabras de Martínez nos entusiasmaron más que su sistema. Fueron importantes porque mostraron una habilidad del ya ex-entrenador: conectar con la fortaleza del relato perico. “Jodidos pero contentos”, nos dijo, y le creímos. Pero el gallego marcó demasiada distancia entre los lemas y los hechos, entre su discurso y lo que explicaban los jugadores sobre el verde. Jodidos estuvimos, pero para tener contenta a la gente del Espanyol, debe verse algo más.

El fútbol deja escaso margen a la razón. En realidad, nada es racional en este mundillo, y por eso es tan adictivo. De ahí que cuando se hace una apuesta arriesgada, un rumor retumba en la Barcelona de río a río, un grito apagado entre los dientes apretados que dice algo así como  “con los nuestros hasta el final”. Un grito de trinchera para una decisión de trinchera. Los pericos queremos creer. Creer para ver.

Así las cosas, lo fiamos todo al liderazgo y carácter de Luis. Todo o nada. No necesitamos fortalecer más nuestro relato, lo que necesitamos son buenos resultados deportivos, a poder ser encadenados en el tiempo de manera que construyan de nuevo un proyecto sólido. En esta batalla el sentimiento es sólo una parte. La otra es que la pelotita entre por donde tiene que entrar. Seguro que el nuevo míster lo entiende. El 44 es el número de la puerta de Luis en nuestro estadio y, quien sabe, la cifra mágica de los puntos de una salvación holgada. Salvarse para no tener que salvarse más.

García es el apellido más común en Catalunya. No es menor el dato, si comparten conmigo la impresión de que es el Espanyol, y no el otro club todopoderoso, quien mejor representa a la Catalunya plural, mestiza, trabajadora y un poco enfadada consigo misma. Una Catalunya deseosa de volverse a mirar en el espejo y gustarse, como la afición del Espanyol. Por eso iremos el próximo sábado, con nuestras mejores galas, a llenar el templo, a romper gargantas, a empujar con el aliento. Ahora, todos somos García.

Carta abierta a Raúl de Tomás. Más allá del acrónimo.

Permíteme la osadía, Raúl, de dirigirme a la persona más allá del acrónimo. Soy consciente de que es improbable que leas esto, entre la miríada de seguidores y el estridular mediático que acompaña tu oficio. Si por lo que fuera de entre todo ese runrún te topases con este texto, debo pedirte disculpas por opinar sin tener, en absoluto, toda la información pertinente. Has de saber que la pulsión que me mueve es un intento por contribuir desde esta humilde posición a que se dibuje un escenario positivo para ti y para el Espanyol. Esto es ya una declaración de intenciones: creo que el acuerdo y la reconciliación es el mejor de los marcos posibles para tus éxitos, actuales y futuros, aquí o donde te lleve tu carrera, y los del equipo.

No voy a entretenerme en recordarte lo que muchos te dirán y que tú sabes de sobras. Que formas parte de esa élite privilegiada que puede ganarse muy bien la vida haciendo lo que le gusta, además de granjear gloria, fama y estrellato. Me interesa más, si me permites, apelar al genio que llevas dentro, y que es a la vez causa y freno de tu progresión.

El genio es patológico. Bueno es irlo recordando a todos los papás y mamás que querrían que sus hijos fueran genios de las artes, el deporte o la ciencia. El genio no es fácil ni para sí, ni para quien le rodea. El genio es un destello, una mirada hacia arriba en medio de la planicie. Buenos jugadores hay muchos: pasión, esfuerzo, técnica, contactos…  todo ello puede producir más o menos en serie buenos jugadores desde laboratorios cada vez más sofisticados. Genios hay pocos, muy pocos. Y suelen quebrar las paredes de los laberintos, bien para ser leyenda, bien para acabar en el más triste de los destierros.

Toda epopeya necesita de un héroe, pero también el héroe debe identificarse y ser identificado con el conjunto de sus seguidores. El tránsito por segunda tuvo un nombre propio. Supiste picar piedra en las peores condiciones. Luego vino la extraña e irregular temporada en primera, donde seguramente se quebraron cosas que hoy afloran, aunque volviste a brillar hasta alcanzar el Zarra ex aequo con Aspas. Otro genio, por cierto, pero que ha sabido conectar con las profundidades del sentimiento celtiña. El egregor, la consciencia colectiva que se nutre de historia, valores y expectativas, requiere de personajes que lo cristalicen y lo representen, como símbolos. Capitanes, con o sin brazalete. La cuestión es si tienes lo que hay que tener para serlo.

Por mi trabajo he podido comprobar cómo las estrategias colaborativas son mucho más rentables, individual y colectivamente, que las competitivas. Es aquello de que si quieres llegar más rápido, ve sólo, y si quieres llegar más lejos, ve acompañado. En mi modesta opinión falta un gesto definitivo, que haga estallar el nudo gordiano, y que debe partir de la humildad y de la lealtad (el genio, el talento, que sería el tercer elemento, se te presupone). Humildad, suficiente para acercarse al otro con ánimo de aclarar las cosas. Lealtad a un equipo, a un compromiso más allá de un contrato. Transitar por el abismo también nos hace más grandes.

El héroe no es el príncipe, aunque a veces acontezca que una cosa lleve a la otra. El héroe no puede aislarse en su castillo. Va contra su naturaleza. Contra aquello que lo hace diferente. El héroe debe fundirse con una causa que le trasciende. No hay nada más adherente que la acción, y la acción es puro fuego. Siendo muy manida la comparación de los futbolistas y los gladiadores, creo que viene como anillo al dedo un diálogo de la película Gladiator, entre Próximo, un tratante de gladiadores y el héroe, Máximo:

Yo no era el mejor porque fuera ágil matando, era el mejor porque la gente me amaba. Gánatelos y ganarás tu libertad.

Me ganaré a la gente. Les ofreceré algo que jamás han visto.

Estamos hartos de CEOs, big data, IA y sofistas.  En estos tiempos oscuros necesitamos que nos expliquen una historia de caballeros de los de armadura brillante. Todo lo contrario a un culebrón. Son momentos críticos. Medita bien tus gestos, pero cuando los hagas, que sepas que todos estaremos mirando. Nos espera la épica del reencuentro. Vuelve, Raúl. Juntos haremos grandes cosas.

Un Espanyol de Schopenhauer

“Militia est vita hominis super terram” (Job 7:1)

Va dir l’altre dia el nostre estimat Sergi Mas, a l’estrena de l’aventura televisiva «21″ de l’Oriol Vidal a Esport3 (llarga vida al programa!), que l’entorn de l’Espanyol està impregnat d’un profund pessimisme. Però  com d’a prop estem els periquitos del mestre Schopenhauer?

Deia l’abanderat del pessimisme profund que “no hi ha cap vent favorable per qui no sap a quin port es dirigeix”.  I raó no li faltava. El nostre equip sembla en ocasions massa perdut entre Escil·la i Caribdis. Ens ha faltat determinació en moments clau. Fracassos fecunds però dolorosos ens han endurit. Ara, que sembla que la direcció vol cuinar a foc lent, un projecte consolidat que es projecti cap al futur amb més múscul, no són pocs els que s’ho miren amb ansietat. Costa de posar les llums llargues. “Poques vegades pensem en allò que tenim, però sempre en allò que ens falta”.

La filiació blanc-i-blava és també, com deia l’Arthur parlant de la filosofia, una elevada cota a la que només s’accedeix per un escarpat camí de punxegudes pedres i afilades espines. La redempció del perico és el cor i la voluntat: la força d’un sentiment, no hi ha millor lema.  

El pessimisme que exhibim amb orgull no és antagònic de la felicitat, ni gens derrotista. Nosaltres en sabem molt de la recerca infructuosa de la felicitat, i per això, quan arriba, la volem exprimir. Davant del felicisme pueril, enfront de l’imperatiu de la felicitat, nosaltres ens pixem a sobre dels tractats d’autoajuda i del mindfulness. No impedim l’entrada a l’alegria, faltaria més, però sí a l’il·lusionisme. Deixem els pamfletaris i ridículs exercicis d’optimisme buit per al nostre veí, en altra hora ric, ara enredat en la seva lisèrgica decadència, doncs sabem que “una vida feliç és impossible: el màxim a que pot aspirar l’ésser humà (perico sobretot) és a una vida heroica”.

El pessimisme realista de l’Espanyol no és una llosa que arrosseguem llastimosament, sinó una lluerna interior, una espècie d’instint ens impel·leix a l’acció. És clarividència feta de desenganys, que parteix de la precarietat per a superar els patiments. No pain, no glory, amigos!

El nostre pessimisme és candent, està permanentment a l’aguait, i ens insta a agafar les regnes enmig de la turbulència. Una voluntat sense principi ni final ens exhorta a l’acció, a no cedir, a avançar amb tot per on ens deixi la Fortuna. Tot s’hi inclou en el torrent del temps, i la nostra història està feta d’èpica. Que la felicitat no és regal, sinó conquesta. El pessimisme pot ser terapèutic, perquè és decapant i lúcid, revolucionari: més lluita, més convenciment i menys plors i queixes.

Vicente, ten fe

La gracia de la fe tiene la particularidad de no ser una cuestión que competa a voluntad de cada uno. O se tiene, o no se tiene. Sin embargo puede tenerse y perderse, o perderse y recuperarse, operando siempre con independencia de nuestros deseos.

Los pericos, de siempre, contamos con ese favor inmerecido. Pasamos mascullando media semana sobre alineaciones, sistemas y actitudes, y la otra media andamos fabulando con el cuento de la lechera: que si ganamos hoy nos ponemos a equis puntos de Europa. Quizás por ello no nos acaban de encajar los místers demasiado hieráticos, salvo aquellos que llevan la procesión por dentro, y no soportamos en absoluto a los agnósticos.

Una temporada de recién ascendido es propicia para contemporizar, ser resultadista, pragmático. Pero llegados al ecuador y vistos los mimbres del equipo y del cuerpo técnico, éste Espanyol puede y debe mirar hacia arriba. Hemos hecho los deberes. Hágase pues.

Vista la decadencia blaugrana, la pequeñez de sus andamiajes, el escaso señorío de sus desprecios, Vicente, hay que tener fe. Las condiciones son favorables. Necesitamos creer, es la condición del corazón perico. Cada partido es una promesa, aceptando el reto de ir más allá de lo establecido: somos los herederos.

Vicente, debes creer, que para eso tienes un nombre con etimología de vencedor (vincens). Puedes sentirte seguro, porque en medio de la vorágine, siempre habrá  un incondicional, llueve o truene, que es el apoyo de la afición. Más allá, se entiende, del estridular de las redes. Ella te garantiza su aliento en este propósito poderoso. Porque si algo sabemos los pericos, Vicente, es que la fe es necesaria para gozar de la esperanza.

L’Espanyol, en positiu (2): preparats per al sorpasso?

I si fos enguany? Escric aquestes línies després de la tercera jornada de Lliga, d’un mal partit a Mallorca. Ho dic per què potser no és el millor moment per fer volar coloms, però… i si sí? Pot l’Espanyol fer el sorpasso al totpoderós Barça? Es donen algunes condicions favorables, arrel dels símptomes de depressió i del deteriorament econòmic i d’imatge que afecta l’etern rival per diversos casos esportius i extraesportius (veure el magnífic informe publicat per Reputation Republik) però la qüestió que voldria dirimir ara és si els pericos, institució i afició, acomplim alguns dels requisits per fer-ho possible. Crec que podem tenir una plantilla prou competitiva com per estar entre els 10 millors de la Lliga, però atenent a l’axioma “el futbol és un estat d’ànim”, considero que és precisament en l’àmbit de la predisposició anímica a on ens podem treure els complexes i mirar cap amunt.

Per no ser titllats de babaus, cal reconèixer d’entrada dues premisses bàsiques: 1) Es tracta d’una empresa difícil. L’any que jo vaig néixer, i d’això creieu-me que ha plogut, ens vam quedar a un puntet d’agafar-los. Vam fer tercers. I la darrera vegada que vam assolir aquesta fita a la classificació, la 86/87, encara ens van treure 6 punts… Ens hem de remuntar fins a la 41/42, en plena postguerra, per trobar la darrera vegada que els vam passar per davant (ells van quedar a la posició 12, i nosaltres vam ser vuitens). 2) Encara que no quedi molta gent viva d’ençà per recordar-ho, el fet que hagi passat vol dir exactament això: que és una opció possible. Més enllà del possibilisme condescendent, les coses “són com són”, sí, excepte en alguns moments màgics que trenquen els esquemes, els apriorismes… Beneïts els accidents que, contra tota lògica, fan moure les parets dels laberints.

Caldrà, però, tota la nostra determinació si volem escriure una història que valgui la pena ser contada. Haurem de superar la necessitat d’afirmar-nos per la negació de l’altre, cremar els complexes, invocar les paraules oblidades. Esdevenir campions per dintre, com a requisit per ser-ho cap a fora.

Tinc la impressió de que la pericada, inclosa la directiva, ens perdem la meitat de la festa sense sortir de la nostra zona de confort. Se’ns dóna molt bé queixar-nos, i demanar disculpes… La cartografia de qualsevol transformació es dibuixa assumint reptes. Hem de voler, veritablement, posar proa a un itinerari incert, cavalcar el centaure, permetre que la causa blanc-i-blava ens arrauleixi. Misteri poderós que ens xiuxiueja, a cau d’orella: “les condicions són les propícies”.

Punt d’inflexió d’infinites noves possibilitats, que destrossa els laboratoris i col·lapsa els sistemes. Moments que fecunden els mites que explicarem als nostres nets. L’èpica, que ens fa recordar que existim amb personalitat pròpia, en una lluita de 120 anys. L’èpica, que ens aporta situacions commovedores, vitals, per aquests temps foscos. Hem de sentir orgull per aquesta epopeia: una vibració al voltant de les causes perdudes, quelcom que exerceix una estranya i poderosa atracció.

Necessitarem d’aquest coratge, però també rigor i audàcia. Rigor, per portar l’exigència al límit, des dels despatxos al vestidor, passant per la grada. L’audàcia, que haurà de ser ritualitzada en forma d’ofrenes propiciatòries per agradar als oracles moderns, als deus del branding, la demoscòpia i la mercadotècnia. El sorpasso és també una qüestió de reputació.

Haurem d’estar preparats per oferir quelcom diferent. Un club plural, implicat a la vida social del país, que no entra al drap de les guerres de banderetes, que exerceixi un lideratge al futbol català alternatiu a l’estil extractiu i prepotent del nostre veí ric de Barcelona. Això implica ser capaços de bastir estratègies col·laboratives amb d’altres clubs catalans (un bon exemple és la cessió d’en Pol Lozano al Girona, bona jugada).    

Acostumats com estem a navegar entre Escil·la i Caribdis, entre tempestes i interminables dies rúfols a les temporades grises que de tant en tant ens toca viure, a l’Espanyol col·leccionem impactes de batalles. Això ens ha fet forts, però també ens ha enterbolit l’horitzó.

No tenir expectatives és dolent, però pitjor és que allò que pots albirar et generi temors del més enllà, desconfiança davant de les incerteses de l’altre costat. En la construcció erràtica i contradictòria del nostre club potser s’ha arribat a un d’aquests punts en els que els dics esclaten, en un desbordament que generarà canvis torrencials. El perico haurà d’esperonar-se, i tornar a ser el felí que li dóna nom. Només així passarà de l’espera a l’aguait, i podrà llençar-se per atrapar l’ocasió, Kairos. Per alguna cosa els antics la representaven calba pel clatell. Si passa ja mai més la podràs agafar.

Viure l’Espanyol, en positiu

L’herència més gran que tinc del meu pare és ser perico. La transmissió paterno-filial, en això, com en d’altres coses, és el més fort dels vincles, perquè aporta veritat i fidelitat incondicional en aquests temps moderns tan líquids i convulsos.

Els pericos som l’excepció. Els nostres colors són una causa. Aprenem allò que en diuen ara “resiliència” de ben petits, a l’escola o jugant al carrer. Quan tots volien ser Laudrup, jo deia que millor Lauridsen. I així, amb l’ajuda de les mirades d’incredulitat dels que ens envolten, anem entenent que som un inesperat succés, una posició contracultural. Una meravellosa minoria, sí.

Però el tracte amb d’altres amants de l’Espanyol també té els seus racons foscos. A base de sobreviure en ambient hostil, la pericada de vegades cau en el parany del victimisme o, pitjor encara, de l’autocrítica caïnita. És com si, davant d’esdeveniments adversos, prenguéssim l’actitud de dir “el món ens odia” o “som un desastre”.

A l’extrem dels calimeros blan-i-blaus, en trobem les particulars expressions de queixa i laments, justificades sense dubte per la dificultat de sobreviure a la dictadura mediàtica nacional-barcelonista, que també pateixen, no ho oblidem, Joventut de Badalona, Sabadell, Nàstic o Girona. Però la queixa no ens traurà de l’atzucac. És temps d’alçar el cap i fer-nos valdre a les institucions. Catalunya, com ho van entendre fa molt de temps Madrid, València, Euskadi o Andalusia, és i ha de ser molt més que un club. I això, tot i que no ho entenguin a la primera, també afavorirà al totpoderós Barça. Òbviament encadenar quatre o cinc campanyes esportives d’èxit dintre de les nostres possibilitats en aniria bé per reforçar l’autoestima, i reivindicar un altre tracte. El costat sinistre d’aquest extrem addicte a la queixa és l’odi. Passa sovint que la gent acomplexada tendeix a l’odi com a refugi. D’aquí que una part de l’espanyolisme es defineix per una animadversió malaltissa envers el Barça.

No tenir diners no és el mateix que ser pobre. Ser pobre d’esperit és celebrar les derrotes dels altres, cridar “puta Barça” i “puta TV3” quan tens alguna fita pròpia. Aquí no em trobareu mai. Sóc perico, però mai no he sigut anti-culé. N’hi ha coses i moments de la història futbolística del Barça (per exemple, el dream team, o l’etapa Guardiola) que crec que són grans contribucions al futbol, i a casa hem gaudit molt amb Ronaldinho al Bernabeu, o les jugades estratosfèriques d’en Messi. Faltaria més. Ens agrada el futbol.

L’altre extrem de l’espanyolisme és la terrible pulsió autodestructiva. Ja sabem que, com sempre ha passat, tots portem un entrenador a dintre, o un director esportiu. Però el cas és que avui, com mai, tothom té un altaveu al seu abast a les xarxes socials per tal de fer-se sentir més enllà de la barra del bar amb l’escuradents a la boca. I mires les xarxes o sents els comentaris i caram… Es diria que estem més pendents de tirar-lo tot per terra que de generar un bon ambient. Hem de mirar el futur amb optimisme, i al passat amb orgull, des de que aquell grup d’estudiants de la UB van fundar el nostre club fa més de 120 anys. Seguim tenint un bon futbol base, i surt bon material de la pedrera, tot i l’exercici extractiu del ric veí barcelonès. Tenim els comptes sanejats gràcies a Mr. Chen. Encarem una nova etapa a primera divisió havent mantingut el nucli del grup que ens va baixar, sí, però que també ens va tornar a on havíem de ser, i amb un entrenador i un cos tècnic que han sapigut manegar psicològicament el planter.

D’altra banda, és per sentir-se orgullós com s’ha posicionat el club quan les tensions polítiques del país estaven en el seu punt àlgid, mantenint una escrupolosa neutralitat i fent de l’esport el nostre únic objectiu, com deia l’antic himne. Conec alguns culers que en això, com a mínim, ens miren amb una certa enveja.

El futbol és un espectacle, sí. S’ha de gaudir. I també si voleu un estil de vida. I també llavors s’ha de gaudir. Sembrar odi, lamentar-se contínuament o criticar-ho tot no semblen maneres de passar-ho bé. Miro d’esquivar els tipus tòxics d’afició, i tant de bo ens comencem a fer sentir aquelles i aquells que volem viure l’Espanyol en positiu. Els que volem hores d’ara oferir el nostre suport incondicional als jugadors i al cos tècnic. Ja vindran temps d’analitzar els resultats, però ara han de notar el nostre alè. Només així podrem somiar algun dia, de veritat, amb un Espanyol gran, potser tan gran com per fer “el sorpasso” català, amb els colors blanc i blaus que lluïa al blasó l’almirall Roger de Llúria…