Según la RAE un fantoche es una persona grotesca y desdeñable, un sujeto neciamente presumido, algo estrafalario o un “muñeco movido por medio de hilos”. Fantoche (de fantoccio, marioneta) es lo que agitan hoy unos y otros mientras Rivadulla pasea su estultícia con ínfulas de enfant terrible. Ay, Pablo, esto no va de ti, ni de tus mediocres canciones, ni de tu condena, ni de tu trastorno. Apartemos pues al narcisito nieto de franquistas y vayamos a lo importante.
¿Qué intereses confluyen, en una extraña carambola, para convertir en icono pop al mediocre cantante hijo de papá? Es cierto que la política hace extraños compañeros de cama. Como ocurre en Asesinato en el Orient Express, veamos como todos los sospechosos tienen algo que ver en este misterio:
De un lado el frente independentista ha encontrado un filón para volver a alimentar a la maltrecha coartada de Españistan, ese estado pseudodemocrático “más cerca de Turquía que de Francia”, tal y como lo ensueñan para reforzar su relato. Necesitaban de ello, porque España se parece cada vez menos a Francoland. No podían dejar pasar la ocasión.
JxCat y las CUP aprovechan para pinzar a ERC. La misión no es menor: se trata de boicotear cualquier acuerdo alternativo de izquierdas al frente nacional que ha gobernado Catalunya la última década. Retroalimentado por las debilidades argumentales de esa izquierda presa de su propio postureo, las CUP y Arran hacen el trabajo sucio. Aprietan, y ERC se resiente. Saben que un acuerdo con PSC y Comuns sería letal para el procés. Y no olvidemos que entramos en la recta final del suplicatorio de Puigdemont, Comín y Ponsatí, que podría levantar la inmunidad de los tres prófugos. Se vota en marzo.
Podemos, por su parte, ha optado por “marcar perfil propio” aún a costa de perder centralidad. Tensar la cuerda a sabiendas de que Sánchez no romperá la baraja. Flirtear con el extremo, no sea que surja en algún momento una alternativa a su izquierda. No ha reparado al parecer cómo castiga el electorado salirse de la centralidad si uno no asume un rol de extremista… y para pesar de la prensa de derechas, Podemos hace tiempo que no es extrema izquierda. Parecerlo le pasará factura.
Mientras, las derechas se frotan las patitas y de vez en cuando hacen aspavientos mientras exclaman con voz impostada que hace falta ley y orden. Rezan para que los conflictos sigan, pues han sido la cortina de humo ideal para toda la incómoda porquería maloliente alrededor del PP. Y Vox siempre con el cazo puesto. No necesita gesticular demasiado. El olor de contenedor ardiendo es un saquito de votos.
Por supuesto que entre medio hay grupúsculos radicales, y otros especímenes ávidos de saqueos, que han aderezado el escenario. Pero no son más que extras en esta escena.
Tampoco encaja la cacareada explicación sobre el elevado índice de paro, ni sobre la ausencia de expectativas juveniles. Miren, los que queman cosas son niñatos, amparados por buenos abogados y con cómodos colchones familiares como para rescatarles de sus locas aventuras. Los jóvenes que de verdad las están pasando canutas no están ahí (no cabrían), sino buscándose la vida, estudiando o trabajando en precario.
Así pues aquí tienen la peor de las noticias para el narciso: eres absolutamente irrelevante, chaval, intrascendente. Importas un bledo, Hasél, a los que supuestamente te defienden. Sólo eres el fantoche.
