La semana pasada tuve el placer de participar en la tertulia organizada por la Associació Colomenca pel Diàleg Interreligiós, con las estimulantes ponencias de Jaume Aymar, Jorge Burdman e Ihssane Marroun, hablando de las principales celebraciones de las tres religiones del Libro, en la Biblioteca de Can Peixauet, en el Raval de Santa Coloma.
El Sr. Burdman, representante de la comunidad judía, hizo el mejor resumen del acto: misma forma de pensar, diferentes formas de expresar. La apelación a la unidad en la diversidad fue una constante tanto en las intervenciones principales, como en el debate posterior. Mn. Aymar recordó que el primer milagro de Jesús acaeció en una fiesta, en el famoso episodio de las bodas de Caná. Por algo será. La fiesta ha sido siempre un elemento fundamental de la transmisión del mensaje y el rito religioso de generación en generación. La celebración siempre guarda una moraleja de misterio. Pero va más allá. La fiesta se intrinca en nuestras ontologías, en nuestra forma de ver, interpretar y relacionarnos con el mundo, en nuestros arquetipos y nuestras identidades.
Celebramos para evacuar malos humos, para canalizar instintos de violencia, para olvidar por un momento “que cada uno es cada cual” como dice la canción de Serrat. Celebramos juntos también como un recordatorio de que un día nos podemos poner todos de acuerdo para hacer algo, al tiempo válvula de escape y ensayo de revoluciones. La danza de Eros y Tánatos.
Las instituciones deben ser muy hábiles en los tiempos que corren. Se superponen diversas fórmulas de celebración, religiosas o paganas, y bueno será que vayamos permeabilizando el concepto cerrado y aparentemente estático de “ciclo festivo”. En cada ciudad paulatinamente se deberán incluir los diversos Años Nuevos (chino, bengalí….), así como las principales celebraciones religiosas de la pluralidad de confesiones que conviven en nuestros barrios. Esto es tan cierto como que nuestras escuelas deberán incorporar menús halal, vegetarianos, kosher… O que las poblaciones contarán con grandes y pequeñas mezquitas, gurudwaras, sinagogas… De la inteligencia, equidad y proporcionalidad con que se gestione esta realidad dependerá si nos encontraremos con elementos de concordia y relación positiva, o nuevos argumentos segregadores. Tan fatal resultará el inmovilismo como el buenismo equiparador.
Los nacionalismos tienden a la homogeneización, son reduccionistas y discriminan qué mitologías son aceptadas en la creación de identidad compartida, y las que son excluidas. Tan falsa es la Reconquista como todos los mitos del nacionalismo catalán generados entre la Renaixença y el Noucentisme. Frente a la lucha de exclusiones, de nuevo los planteamientos inclusivos deben partir de los municipios. Los centros de promoción de la cultura popular deberán incorporar más folclores de los que estamos acostumbrados. Todos deberemos salir de una zona de confort desconectada con la realidad y romper inercias, simplemente para pasarlo mejor, pero también para cimentar una sana convivencia en nuestros barrios. Las identidades son hibridadas y los serán más en un futuro próximo, y la clave de la concordia vuelve a estar en la gestión de la diversidad de las ciudades.

Dansa de dracs catalans i xinesos al festival Xinafest (2008). Associació Orígens