El marco mental del terrorismo sólo engendra terrorismo

En el año 96, tras la publicación de un estudio sobre la violencia juvenil en el País Vasco, la organización Jarrai emitía un comunicado en el que denunciaba que la única intención del informe era «crear un estado de opinión pública que haga, políticamente rentable y socialmente gratis, una dinámica de castigo hacia la juventud abertzale y una entrada represiva de calado hacia nuestra organización». Al tiempo decía “tomar buena nota de los autores”. Y eso, en aquél contexto, sabemos lo que significaba.

El independentismo catalán no es ETA ni lo será. Los violentos que llevan días quemando Barcelona tampoco son exactamente kale borroka. Pero hay que alertar de la difusión y penetración de un argumentario que reproduce el puñetero marco mental de los que, en su día, dieron la cobertura discursiva al terrorismo. Quienes lo difunden no son, mayoritariamente, conscientes del calado de este paralelismo y por eso es bueno ponerlo de relieve y, si se quiere, exagerarlo un poco. En la época de la hipérbole quizás sea inevitable para hacerse oír resultar ligeramente histriónico.

Lo que hemos visto estas noches en Barcelona es vandalismo de gamberrros. No creo que alteraciones por muy graves y desagradables que sean del orden público tengan la capacidad de poner en jaque al estado. Más peligroso es que determinado sector de la sociedad, incluso de la izquierda española, mire a sus imberbes autores con admiración y se les que se les considere héroes.

Dicho por uno de estos sujetos, en un perfecto catalán de escuela concertada: “Lo único que hacemos es autodefensa. La única violencia es la del estado opresor. Cuando no hay policía, nunca hay disturbios. Pueden más las ganas de cambiar la sociedad que el miedo. Con las barricadas aguantamos más tiempo y conseguimos más notoriedad. Que lo vea el mundo. No nos podemos quedar en casa, por la política del miedo”. La condensación de la revolución tele-tubbie. Tras el estallido de la ilusión por la república independiente exprés y low-cost, llega la rebelión sin costes, que engrosa el número de seguidores de Instagram. De ahí los selfies al lado de los contenedores ardiendo.

Como recordaba Joan Boada no hace mucho, son jóvenes que desde hace 7 años han ido a las manifestaciones procesistas con sus padres, con una estelada, y cantando consignas contra España. Jóvenes que han crecido menospreciando las instituciones. De hecho menospreciando a todo el que no piense como ellos. Jóvenes que llevan hasta las últimas consecuencias lo que sus padres no se atreven. Jóvenes socializados en un contexto de procesismo, 155, políticos presos o presos políticos….

No puedes ir de pacifista, si no dejas de martillear las conciencias diciendo que:

  • “El Estado Español, España, Ñordia o Ejpañistán es un estado represor, una democracia fallida, una obra chapucera a la medida de un pueblo cateto.”
  • “Ese Estado lleva 300 años de ocupación violenta de la tierra de Catalunya, cercenando las libertades y ahogando la lengua de un pueblo culto y pacífico. Expoliando nuestra riqueza. “
  • “Ese estado se mueve a los dictados de oscuros poderes fácticos, que han hecho imposible hasta ahora que este pueblo catalán (repito, culto, pacífico, etc) se emancipe de tanto dolor. La lucha de hoy es la heredera de los que lucharon contra el Borbón en 1714 y sólo por eso, ya está impregnada de los valores republicanos.”
  • “Se está creando una realidad paralela para justificar más represión por parte del Estado.”
  • “Todo está pensado para identificar el independentismo con movimientos violentos. Si hay violentos no son independentistas, o son infiltrados del Estado o de grupos anarquistas organizados que vienen de Europa.”
  • “Perseguir a los que se saltan leyes es perseguir a todos los demócratas. Mañana pueden ir a por ti. No somos nacionalistas, luchamos por la libertad”
  • “Es normal que los más jóvenes hayan perdido la paciencia, y el miedo, por eso esta vez vamos a ganar.”

Es deber de los líderes independentistas deconstruir ese marco mental, para marginar a los elementos totalitarios y que el independentismo vuelva a ser un movimiento liberal. Transponiendo lo que dijo en su día Kennedy: “Los (catalanes) son libres de estar en desacuerdo con la ley, pero no de desobedecer. Pues en un gobierno de leyes y no de hombres, ningún hombre, por muy prominente o poderoso que sea y ninguna turba, por más rebelde o turbulenta que sea, tiene derecho a desafiar a un tribunal de justicia”. Vamos, que donde se acaba el imperio de la ley empieza la tiranía. Y es de eso de lo que todos, independentistas o no, nos tenemos que proteger.

Llevamos más de 150 detenidos por los disturbios a día de hoy, 70 de ellos puestos a disposición judicial. Personas que serán juzgadas y condenadas por sus actos, no por sus ideas. Porque la desobediencia civil implica asumir las penas y castigos que conlleva saltarse las leyes. Lo demás es “ni ni ni” de niñatos malcriados. Si se empuja a los jóvenes a incumplir las leyes, se les está empujando también a sus respectivas condenas.

Todos los Estados son en mayor o menor medida represivos. También lo sería un hipotético estado catalán independiente. Porque por definición tienen, como recordaba Marlaska,  el monopolio de la violencia. De esta guisa se definen los estados modernos desde Weber. Así que todo esto sólo puede conseguir más represión y deslegitimar a las ideas que se defienden.

Si uno quiere cocinar lentejas es bueno que ponga lentejas en la olla. Si uno quiere cultivar la desobediencia civil pacífica no se puede poner a reforzar argumentarios que justifican la violencia. Es peligroso. Quizá estemos a un paso del primer muerto. Ahorrémoslo.

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Torra i la terra cremada

El setge d’Alèsia va ser la batalla més icònica de la guerra de les Gàl·lies. Juli Cèsar ens explica com els gals eren mestres en guerrilla i en les tàctiques de terra cremada (cremar cultius i ponts per desmoralitzar, destruir-ho absolutament tot en retirada). Al setge Vercingetorix  va utilitzar aquest sistema. I també, per no capitular abans de temps, i per evitar la sobrepoblació, va expulsar a la població civil. Van morir tots de gana. Després de resistir un mes, l’heroi arvern va rendir-se davant de Cèsar. Els gals van ser massacrats i tota la Gàl·lia va passar a mans romanes. També va passar un octubre, però de l’any 52 aC.

En el prolífic i naïf imaginari indepe l’analogia amb l’aldea Gala de l’astut Astèrix que “resisteix avui i sempre a l’invasor” ocupa un lloc privilegiat. Com a revolució burgesa necessita fabricar referents políticament correctes. Les famoses i estrambòtiques “jugades mestres” impregnaven l’independetisme d’un aura d’intel·ligència superior, el que es suposava que era la poció màgica nostrada. Totes les argúcies van sortir malament, o van servir per enganyar als propis, però en el món paral·lel creat (fins octubre del 17) per l’independentisme el còmic era molt més real que la realitat. Sembla que aquest octubre, més de 2.000 anys després, el molt lamentable President Torra ha volgut millorar la semblança, i erigir-se en una paròdia de Vercingetòrix, convertint Catalunya en la terra cremada, en un macabre remake d’allò de “que es foti el general, que avui no sopo”.

És evident que la correlació de forces en el conflicte entre l’Estat i l’independentisme la diferència és brutal, sense comptar que el primer compta, com està demostrat, amb tots els suports internacionals. La terra cremada ha resultat històricament eficaç per a faccions que, d’una altra manera, no haurien estat capaces de resistir l’avenç d’exercits més organitzats i poderosos. Però això només funciona en un escenari de carestia de subministraments, que no és el cas precisament d’Espanya. Sent així, la terra cremada és simplement un exercici de crueltat sobre la pròpia població catalana. Torra no és Vercingetòrix, ni Arminio, ni Budicca, ni Viriato, és el Neró català, tocant la gralla i bevent llet crua mentre fa de Barcelona la rosa de foc. El procés és l’autèntica condemna cruel de Catalunya.

Tots els que hem treballat d’una o altra manera per millorar la convivència entre la ciutadania, sabem que iniciar un procés de revolta és relativament senzill. Atiar les parts sensibles està a l’abast de qualsevol amb una mica de visió, i pocs escrúpols. Però quantes vegades hem hagut de seure amb líders veïnals, preocupats per què una reivindicació justa se’ls escapava de les mans i derivava en un conflicte. En la gestió dels conflictes és indispensable comptar amb lideratges, i lideratges positius. Cap les dues premisses les acompleix el molt lamentable President.

La similitud fonètica entre Torra, turra i terra va molt més enllà de la paronomàsia. Cal que deixi pas a algú altre capaç d’exercir un lideratge que porti al nostre país a un horitzó de reconciliació. Aquí són fonamentals les forces independentismes que defugen de la temptació nacional-populista, i que avui s’esforcen per apagar els focs. President, faci un servei autènticament patriòtic i dimiteixi. Sr Torra, posi les urnes.

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Lo de hoy NO es una huelga (y la Intersindical NO es un sindicato)

En la década de los 90 el Bloc d’Estudiants Independentistes (BEI) acaparó gran parte de la representación en claustros, consejos escolares i demás órganos de representación. Viendo el fenómeno, la generación de activistas que por aquel entonces estábamos sumidos en el movimiento estudiantil aprendimos un par de cosas: 1) o se defendían los derechos de los estudiantes, o se pedía la independencia de Catalunya, las dos cosas a la vez no; 2) una parte de la izquierda asamblearia siempre le iba a dar la razón a este tipo de movimientos y no a los que apostábamos por un trabajo serio y responsable desde las instituciones académicas.

El paralelismo sirve para analizar un engendro del proceso independentista: la Intersindical CSC, dirigida por el exterrorista Carles Sastre. Una ocurrencia del independentismo que dinamita los sindicatos de clase (copiando el éxito del BEI), para regocijo de aquellos que no creen en la negociación colectiva, o en la salvaguarda de los derechos laborales. Un sindicato vertical, pues vive para y bebe de un determinado régimen, que conecta muy bien con cierta Catalunya clasista, que presa de su narcisismo bienqueda se autodefine en las encuestas como “de izquierdas”.

El caso es que leyendo un poco descubrimos que, como intuíamos con el BEI, el nacionalismo sirve básicamente para dividir a la clase trabajadora. La historia demuestra que el desarrollo de la conciencia nacional puede ir acompañada del desarrollo de la conciencia social (Borojov)… ¡Pero en el tercer mundo! Hacer pivotar, como en la última década, todas las decisiones sobre el eje nacional y no sobre el eje social, empobrece básicamente a los pobres. Los paupérrimos indicadores sociales de una próspera región como Catalunya así lo atestiguan.

Una movilización impulsada por las clases más acomodadas, de una de las economías más punteras, de una zona (Europa) de las más acomodadas del mundo… no deja de ser un movimiento burgués en el peor sentido de la palabra, un mejunje postmoderno, elitista y nacional populista que desestabiliza las propias bases del sistema. Impregnado de ese pseudo anarquismo de derechas que dice aquello de “el problema son los políticos”, si para lograr sus fines es necesario arrasar con la ya mermada reputación de la política, la judicatura, las instituciones… pues se hace, y punto. Da igual el mañana. No hay largo plazo. Las luces largas se fundieron con el fulgor de los neumáticos inflamados.

La psicología social nos explica como, por añadidura, en un determinado momento este movimiento conecta con el vacío existencial de pijiprogres con ganas de aventuras, que se despojan de lo que les quedaba de pensamiento crítico para no romperse la crisma (ideológica). Del mindfulness a la revolución. Y también con jóvenes carentes de esquemas ideológicos como para no banalizar la dictadura, el fascismo, la represión o los presos políticos. Unas cuantas performances bastaron para conectar una cosa con la otra, y se obró la magia, un prodigio del márqueting moderno: un movimiento nacionalista y de derechas, siendo apoyado en la calle por una chavalada ilusionada y vociferante, y por unos señores y señoras ya maduritos que pueden volver a clavar su mirada en el horizonte, y cabalgar el centauro quién sabe si por última vez.

Unas cuantas fakes bien administradas, cierta organización, y medios públicos como TV3 para apuntalar el marco mental, fueron determinantes para que fraguara el cemento armado de las caras de los líderes independentistas. Pronto aprendieron que mentir no penalizaba, porque precisamente lo que quería su gente era que les mintieran. La realidad es aburrida, y exigente. La mentira es dulce y se acopla como un guante a lo que quiero oír. Las redes sociales hicieron de colchón, caja de resonancia y sala de los espejos, todo en uno. La ilusión se hizo ilusionismo, y se aceptó como verdad verdadera la posibilidad de una independencia rápida, divertida y low cost. El estallido de esa burbuja de irrealidad es lo que ha nutrido la frustración de la que emana la ira en la calle de unos cuantos.
Ya en octubre del 17 se convocó una “aturada de país”. Se advirtió en aquel momento que se trataba en cualquier caso de una huelga política, ajena a la relación laboral y que no se encontraba vinculada al interés profesional de los trabajadores, siendo por tanto una fórmula que no encajaba con la normativa vigente de acuerdo al ejercicio del derecho de huelga de los trabajadores. En noviembre del mismo año, la Intersindical también intentó una “huelga general”, en aquel momento supuestamente por “recorte en los derechos sociales”. Esa huelga pasó sin pena ni gloria, con un seguimiento imperceptible en el país. El trasfondo extralaboral se intentó tapar por parte del sindicato minoritario con eufemismos diversos, generando una utilización abusiva y fraudulenta del derecho de huelga (devaluando el propio concepto, pero eso da igual), y generando vulneración de otros derechos fundamentales..

Para la “huelga general” de hoy se han vuelto a utilizar las mismas tácticas astutas: se emite una convocatoria en la que se mezclan algunos elementos de injusticia social (en los que no poco tienen que ver los recortes perpetrados por la derecha nacionalista –hoy independentista- catalana) para generar una apariencia suficiente para la cobertura legal del paro.

Tozudo, el hábito sigue sin hacer al monje. Por mucho que los subterfugios le den la etiqueta de “huelga”, ésta no tiene nada que ver con los derechos laborales. Hacer pasar un movimiento etnicista e insolidario por una revuelta obrera es un insulto a la inteligencia y a los que perdieron la vida en el movimiento obrero. Pregúntese por qué no hay grandes revueltas en los barrios periféricos. Como dice Roger Molinas, l’Arqueoleg Glamuros “El neoliberalismo hegemónico ha destruido los lazos de solidaridad colectiva y la conciencia de clase obrera”. Como apunta Cesar Calderón, es el triunfo de la frivolidad burguesa, el postureo de la revolución postmoderna que viste la cuenta de Instagram. Unos pijos y otros pobres diablos que, queriendo ser Espartaco, se transformaron en Nerón.

Le auguro un gran éxito a esta “huelga” que no lo es:

  • En los barrios modestos en los que me muevo, la pregunta es más “cómo” voy a poder hacer vida normal que si quiero hacer huelga o no. Es decir, mucha gente va a ser presa de los lógicos atascos y de los servicios mínimos del transporte público.
  • También hay una gran movilización (creo que menor que en otras ocasiones, pero ya veremos) de la parte más radical del independentismo.
  • No olvidemos que es viernes, que eso siempre ayuda para alargar un poquito el fin de semana, ya puestos.
  • La “huelga” se nutre también de un paro patronal (lock out), con sueldos retribuidos íntegros a las plantillas, de empresas que han hecho de la estelada su RSC.

Pero aquí va otro augurio, este seguro que más certero: los desperfectos de esta macabra fiesta, los daños colaterales de la economía y demás, los seguiremos pagando los de siempre.

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Els MENAs a Catalunya: ordre, cor, plans!

Els fenòmens NIMBY (Not In My Back Yard) expressen el rebuig per part del veïnat d’una zona determinada a la instal·lació d’un equipament o servei que, si bé estimen necessari, creuen que vindrà a modificar (a pitjor) el transcurs de la vida a aquesta zona. Ja són famosos moviments de rebuig a la instal·lació de mesquites, crematoris, antenes, centres d’atenció a les toxicomanies, i més darrerament hem vist moviments de rebuig a la instal·lació de centres de menors especialitzats en els Menors Estrangers No Acompanyat, els anomenats MENAs. Salvant les distàncies en la comparació, si us plau, i simplificant al màxim, la cosa seria la següent: “jo ja estic d’acord que hem de tenir contenidors al carrer, però no me’ls posin davant de casa meva, que fan pudor”. El problema és que han d’anar davant de casa d’algú…

Els fets d’El Masnou, Castelldefels, Rubí o Calella no són nous, però la seva multiplicació a territori català, i la seva aberrant sinceritat potser ens està dient alguna cosa. Des del meu punt de vista, ens està assenyalant el camí: ordre, cor i plans.

  • Ordre. Cap col·lectiu, sigui quin sigui, no pot exercir cap indici de coacció envers una comunitat. No pot ser que hi hagi una part de la ciutadania que canviï els seus recorreguts per una intimidació no explícita, però real. “El barri s’està posant difícil, millor no passo per determinats carrers”. No s’ha de criminalitzar cap col·lectiu, però s’han de prendre totes les mesures coercitives de que disposa l’estat, en els seus diversos nivells, davant de les actituds individuals, com per garantir una millora en la sensació d’inseguretat. Si ens sentim insegurs, amenaçats, potser desprendrem més odi contra aquells que suposem que són els responsables del nostre estat. Projectarem a sobre dels més dèbils les nostres frustracions. I tindrem servit l’enfrontament civil. Més ordre no vol dir menys llibertat. La seguretat va també lligada a la convivència i, per tant, al progrés econòmic, la cohesió social i la qualitat de vida.
  • Cor. Els veïns i veïnes que expressen el seu rebuig pel que consideren una intromissió davant un projecte de servei o de recurs que genera inevitablement un canvi a l’entorn expliquen una història que ha de ser sentida. Qualificar-los de manera simplista i generalitzadora com a “racistes” o “manipulables” ens fa perdre una quantitat d’informació necessària per analitzar els problemes amb rigor. Hem de promoure el treball comunitari per tal que aquestes situacions ens agafin amb comunitats més fortes i cohesionades, des de la solidaritat i la concòrdia. “Solidaritat” deriva de solidus, la qualitat de sòlid, ferm, compacte; per tant, si volem una societat sòlida i cohesionada, hem de treballar des de la solidaritat. Aquest treball, a mig termini, millora les relacions entre les institucions i la ciutadania, i permet un marc de confiança, complicitat i aliances, indispensable quan s’han de prendre les decisions que poden afegir tensió. L’objectiu: evitar la guerra de pobres contra pobres.
  • Plans. Disposar de protocols d’actuació nítids en cas d’expressions ciutadanes polaritzades i amb risc per a la convivència, tipus NIMBY. Ja tenim un cert bagatge d’experiència de polítiques de convivència als ajuntaments. Posem-lo en moviment de manera professional. D’altra banda, el Govern de la Generalitat ha de fer quelcom més que recolzar-se en els municipis i assenyalar l’origen racista i manipulador de les protestes veïnals. Té l’obligació de fer una previsió, sustentada sobre recursos. Algunes de les accions impulsades en aquest tema pel Govern es poden titllar, com a mínim, de poc planificades. I això, en aquests temes, és sinònim d’irresponsabilitat.

Ordre, cor, plans. Tres breus apunts per un tema molt complex. No he volgut entrar en altres elements que hauríem de tenir molt en compte, com ara la gestió de la comunicació en moments de crisis. Apunto només el més bàsic, ja que hem de ser conscients que entrem en un moment històric en el que el creixerà el rebuig a l’altre, a qualsevol “altre” que pugui ser interpretat en un moment donat com a competidor o “usurpador” del patrimoni material o immaterial de les comunitats. Això es mostrarà així de manera cada cop més obscena i descarnada. La responsabilitat doncs d’aquells que volem treballar per a la convivència i la cohesió és esdevenir cada cop més solvents, més professionals i més rigorosos.  Hem de passar dels lemes als plans, de les bones paraules als resultats, de la simplicitat del bonisme a la gestió de la complexitat. Ens hi juguem molt.

NIMBY Rubi

 

6 Claus per a noves polítiques de convivència

La dicotomia entre concòrdia o discòrdia passa a ser un dels reptes principals de les nostres urbs per als propers anys. I no és un repte menor: sense un clima de convivència adequat no hi ha progrés social ni econòmic possible. Complementant l’assistencialisme i les polítiques predistributives, es mou  un nou espai en el que es pot incidir a través de polítiques de proximitat impulsades pels ajuntaments. Són les polítiques de convivència, aquelles que garanteixen la nebulosa de relacions, espais de transformació i intercanvi simbòlic, que construeixen noves identitats inclusives, noves narratives, noves oportunitats de participació política i social. Són la cara soft de les polítiques socials. Encara se’n parla poc d’elles i no s’hi inverteixen suficients recursos. Encara han d’evolucionar. Desgranaré a continuació els elements que considero indispensables per al seu desplegament.

El desenvolupament de les polítiques de convivència requereix d’un ecosistema sustentat sobre dos requisits fonamentals:

  1. Voluntat política explícita per treballar la convivència a mig termini.
  2. Bones polítiques socials que limitin la lluita pels recursos escassos per part de la població més desfavorida.

La visió d’aquestes polítiques ha d’estar impregnada de les següents referències:

  • Governança i acords de proximitat, pactes de col·laboració que requereixen de transparència i nous espais participatius.
  • Perspectiva ciutadanista, sustentada en la igualtat de drets i deures de ciutadania, allunyada de la discriminació (activa o passiva) i del bonisme.
  • Perspectiva d’interseccionalitat. Cercar nous significats i nous usos, redimensionar la cosa pública en la renegociació constant de les normes consuetudinàries implica tenir presents molts dels eixos de desigualtat. Perspectiva interseccional, i metodologia transversal.
  • Excel·lència. Sortir de la intangibilitat, fomentar bones avaluacions. Exigir resultats.
  • Col·laboració públic/privat, més enllà dels focs d’encenalls i de les paupèrrimes accions d’RSC.

I, així, els àmbits concrets d’aplicació d’aquestes polítiques de convivència serien:

  • COMUNICACIÓ. Sovint oblidem la seva importància en les polítiques de convivència. Les tasques d’informació i sensibilització són fonamentals (i això requereix una bona comunicació), i a més hem d’enfortir i generar noves narratives que pivotin sobre l’eix “sense convivència no hi ha progrés econòmic ni social”. Els barris són també la història que s’expliquen col·lectivament, la unitat bàsica de creació de valor a la societat. Ajudem-los amb expertesa professional a generar aquest relat basat més en les seves potencialitats i reptes compartits.
  • INTERVENCIÓ COMUNITÀRIA. Una metodologia capaç de definir una estratègia conjunta, recollint veus plurals; capaç de superar les visions particulars i estimular les estratègies col·laboratives entre institucions, professionals i ciutadania. Revalorització de col·lectius i territoris a través de la reapropiació i noves identitats. Com deia Lederach “quan es constitueix un espai nou, llavors aquest espai esdevé transformador per si mateix”.
  • MEDIACIÓ I GESTIÓ ALTERNATIVA DE CONFLICTES. Reconèixer el conflicte com una constant en les relacions humanes, i que té les seves expressions particulars als entorns urbans densament poblats. Utilitzar la mediació com a eina de transformació social, i definir equips que vagin més enllà dels aspectes formals i “de despatx”, sortint al carrer, prospectant, avançant-se a les situacions.
  • ESTRATÈGIES DE PREVENCIÓ DE LA RADICALITZACIÓ I L’EXTREMISME VIOLENT. Per tal de combatre la radicalització, les respostes repressives per sí soles no són suficients. Cal també aplicar mesures de prevenció per tal d’abordar les causes subjacents. Contribuir a la consolidació d’una ciutadania resilient e inclusiva per prevenir la radicalització violenta.
  • LA GESTIÓ DE LA DIVERSITAT RELIGIOSA. Un fenomen que parteix de les creences íntimes i particulars, per tenir la seva expressió pública. La diversitat religiosa és un fet estructural i creixent a les nostres societats. Des de la laïcitat, promoure institucionalment les relacions interreligioses, i aquelles iniciatives que fomentin la inclusió dels centres de culte com a agents socials del territori.
  • ACOLLIDA. Les polítiques d’acollida són les més vestibulars de les que tenen a veure amb la població immigrada o sol·licitant d’asil. Cal reforçar els serveis que esdevenen la primera presa de contacte de persones d’origen estranger amb les institucions de la societat d’acollida. Especialment interessant és invertir en projectes que treballin de manera integral amb famílies reagrupades, per tal de prevenir efectes perverses i generació de noves borses de marginalitat. Encara més important i tenim en compte que provablement estem a les portes d’una nova onada migratòria

Al final és cert que per tal que la convivència sigui un fet, cal l’ingredient protagonista: la gent que majoritàriament vol viure en pau amb el seu veí o veïna. La gent que fa la ciutat cada dia, la pulsió viva dels nostres carrers que fan possible la coreografia de relacions que configuren els nostres barris. Nosaltres només podem contribuir el millor possible a reforçar-les, fent de la ciutat un gran projecte col·lectiu, inclusiu de totes les diversitats.

Conclusió: posem nom a la cosa, «polítiques de convivència». Posem recursos i les llums llargues, i fem molt treball de proximitat.Flechas por un tubo

Soy del antiguo régimen

Qué le vamos a hacer. Soy vintage, viejuno. Procuro tener principios sólidos para moverme en la sociedad que dicen líquida. Me gusta la comida reconocible, las cenas románticas y las fiestas sorpresa. El olor de las velas y del incienso. Los libros de papel y las zapatillas de cuadros.

Creo que en los clásicos está todo drama y comedia, toda epopeya y arquetipo, y que cualquier obra posterior no es más que un remake más o menos afortunado. Igual que encuentro en los grandes libros de todas tradiciones las mismas simples verdades que alumbran al ser humano. Aun así me encantan las historias de intrigas y aventuras, de amores y muertes, y espero con ansia la temporada final de Juego de Tronos. Tengo mis contradicciones, ellas me conforman y me moldean. La vida es la lucha por superar esa dualidad.

Me gusta más deliberar que votar, seducir que provocar. Creo que el derecho a decidir va detrás de la virtud de consensuar. Me gusta la finezza y la esgrima argumental, más que la cultura del zasca y el mandoble. Soy de matices, de silencios llenos de contenido, de miradas cómplices, de partida de póquer.

Reconozco el valor de la palabra dada y de los apretones de manos. Deliberaciones tabernarias cargadas de humo, encendidas al calor espirituoso, y los acuerdos sottovoce, adornados con susurros llenos de honor. El brindis de los caballeros y las amazonas avezados de cien batallas tiene más poder que el decreto.

Contar a los amigos de vez en cuando. A veces pocos, a veces demasiados. A los de verdad no les ha faltado un grito, un insulto o una palabra fuera de lugar. Es así, para qué discutir entre colegas si lo podemos arreglar a hostias. Si no sabéis lo bien que sienta un bofetón, físico o virtual, de un amigo es que no habéis tenido ninguno.

Procuro defender a los míos pero sin autofelarnos. A mí no me encontraréis entre los silencios cómplices, aunque sorprenda a los mediocres y saque de sus casillas a los abusones. Antes de contemporizar, uno cumple con su deber si hace falta con una opinión incómoda. Más de una vez me robaron el bocadillo por ello. Me gusta la disciplina, y la lealtad bien entendida, que es esa que no aplaude cuando el Rey va desnudo, pero tampoco lo grita. Prefiero la estrategia a la táctica, y las cicatrices a las sonrisas prefabricadas. Las caras a los avatares.

Creo que las aptitudes son subordinadas de las actitudes, así que nunca me contrataréis por mi currículum, sino por mis ganas. Me gustan los acrósticos y las claves, los símbolos, los ruedos y arrobarme en los altares. Destrozar laboratorios. El acecho y la espera. Me gusta rondarte, y cazar besos furtivos en los labios de toda la vida. Lo he descubierto tarde, y es posible que no les importe un pimiento, pero descarga mucho saber que, simplemente, soy del antiguo régimen, un anacronismo, un accidente.antiguedades1

Ni racistas ni buenistas. Por una reflexión serena y responsable sobre la inmigración.

Para bien o para mal, la mayor parte de veces para mal, la situación de las personas de origen extranjero que eligen nuestra tierra como lugar de paso o para establecer un nuevo proyecto vital acapara buena parte de los discursos políticos, incluidas las discusiones tabernarias, familiares o las disquisiciones de sesudos gabinetes.

Algo huele a precario en la incipiente experiencia en materia de acogida y gestión de la diversidad que se impulsa desde los diversos niveles del estado y de una voluntariosa sociedad civil. Es cierto que ya se acumula know how, que hemos recopilado pistas para dibujarnos planes y programas, y que contamos con un cúmulo de buenas y malas prácticas que configuran un acervo interesante. Y no es menos cierto que el encorsetamiento de lo “políticamente correcto”, especialmente en el ámbito de la izquierda no ha permitido un necesario y sereno debate. Hemos dejado flancos inquietantes al descubierto.

En la antesala de una nueva oleada migratoria, que sostendrá nuestro sistema ante los desequilibrios demográficos de un occidente envejecido, bueno será que nos tomemos un tiempo para dilucidar las implicaciones del fenómeno en todos los órdenes a los que afecta, que no son pocos: progreso económico y calidad de vida, desigualdades y desequilibrios del estado del bienestar, auge de los nacional populismos, construcción de identidades inclusivas, nuevos pactos de convivencia en diversidad… Un desafío para el que necesitaremos mucho trabajo de fondo, sostenido y audaz, en el que poco o nada ayudan los antiracismos de manifiesto, pancarta y megáfono.

Vamos a empezar por lo obvio:

  • Todas las doctrinas de superioridad racial son burdos intentos de enfrentar a pobres contra pobres, provocando o fortaleciendo los desequilibrios en las relaciones de poder de unos colectivos sobre otros. Son científicamente absurdas, moralmente deleznables y socialmente injustas.
  • La incorporación de la ciudadanía de origen extranjero, mayoritariamente de extracción social baja, ha hecho presión sobre las grietas del estado del bienestar. La inmigración no es un problema, pero en algunos aspectos la vida social se problematiza con su incorporación. Persistir en negarlo nos hace parte del problema.

Guerra entre parias

Los extranjeros y las extranjeras que llegan han tenido que soportar en mayor medida las penurias de la crisis económica, y esto no ha favorecido su plena incorporación. Mal negocio para la deseada integración bidireccional, el vínculo potente de la ciudadanía con el proyecto colectivo que es un barrio, una ciudad, o una nación, y sin el cual es impensable la convivencia.

Imagínense el cuadro de vectores que influyen sobre una persona extranjera: a la fuerza gravitatoria que arrastra hacia abajo a la clase trabajadora en general en esta salida de la crisis ante la avería del ascensor social (su poder adquisitivo real habrá bajado como poco un 15% en los últimos años) súmenle otro vector negativo, fruto de los efectos de la llamada “asimilación descendente” (las siguientes generaciones tienen más dificultades para mantener el estatus socieconómico de partida), lo que multiplica la velocidad de caída, y algo más si resulta que el colectivo son jóvenes o mujeres, sobre los que pesa la yuxtaposición de diversos ejes de discriminación. Si además añadimos una resistencia expresada en términos de aculturación, que mina los pilares del individuo conduciendo a la desagregación, y otros factores en la órbita del síndrome de Ulises, tenemos un cóctel perfecto para que se traspase el límite del desapego, ese punto en el que se duda del autoreconocimiento como miembro de una sociedad.

Un dato que ilustra el amargo caldo de desigualdades en el que tenemos que cocinar una nueva convivencia es que si el riesgo de pobreza de la población autóctona en Catalunya ronda el 15%, el de la población de origen extranjero es del 40%. No es de extrañar que en determinados colectivos haya penetrado con facilidad un discursos victimista, al que una parte de la izquierda se suma con ese antirracismo “de la voz y el gesto”, pueril y “bienqueda”.

Por otro lado,  vastos sectores de la población “autóctona” se encuentran en tierra de nadie. Les vendieron que eran clase media y les mintieron. Como no son pobres, no acceden a las ayudas. A la dificultad por llegar a final de mes se le suman los malabarismos de la conciliación. Se sienten olvidados, y tienen algo que perder, así que se defenderán. Si cuando expresen sus miedos les tratamos de racistas, los perderemos irremediablemente.

En este marco se hace evidente la competición por los beneficios sociales del estado del bienestar, y resurgen los movimientos que reclaman la “preferencia nacional” (los catalanes o los españoles primero), convirtiendo el temor, la desigualdad y la incertidumbre en acicates de la lucha entre sujetos de una misma clase social. La guerra sin cuartel de parias contra parias. A pesar de contribuir con creces lo que reciben, se impone la percepción de que los inmigrantes compiten con los autóctonos por los recursos del estado del bienestar, y reflejan el lugar al que éstos últimos no quieren volver. El racismo convence conectando con los intereses egoístas, ideales patrióticos más o menos trasnochados, y la necesidad de seguridad. El discurso antirracista va a menudo a remolque. Como todo en esta vida los discursos extremos pro/anti se responden, se explican mutuamente y se retroalimentan (aunque ello no los sitúe en la misma escala moral).

Crack29

Un juego de artesanía e ingeniería

El asistencialismo mecánico de las políticas sociales, de su parte más troncal (educación, salud, protección social), se le ha de dotar de más recursos. Debemos garantizar el mantenimiento de una renta suficiente para la vida digna. Para esa mecánica dura necesitaremos ingenieros e ingenieras.

Pero no será suficiente. Debemos hacer florecer también la otra parte del estado del bienestar. Una parte más soft, pero que genera la nebulosa de espacios que devienen por sí mismos transformadores (espacio o esfera pública desde la mirada de Habermas, como espacios de comunicación e intercambio simbólicos). Zapadores en pos de los encuentros improbables, nuevas narrativas, nuevos relatos alejados del buenismo, impregnados de los retos que nos unen. También nuevas colaboraciones entre lo público y lo privado, que alumbren nuevas oportunidades más allá de los fuegos de artificio y las paupérrimas acciones de RSC. Revalorización, reconocimiento y legitimación de todas las partes para construir un nosotros plural; oportunidades de formación, de participación política y de relación social; espacios públicos amables y útiles; acciones a medio abierto, acompañamiento y acogida… para toda esta orfebrería necesitaremos artesanos y artesanas.

Requerimos evaluaciones serias que saquen de la intangibilidad a los proyectos sociales. Exigir resultados, no discursos. Buscar la excelencia. Ver dónde se sobreinterviene, y qué sectores de la población quedan sistemáticamente fuera de todo programa.

Tocará también ser eficaz desde el punto de vista comunicativo, tomar la iniciativa para explicar que diversidad es creatividad y progreso, que una buena política migratoria es también una buena política para el mantenimiento del sistema de pensiones. Hay que dejar de estar a la defensiva para afirmar que murió el mantra que nos decía que la desigualdad es un precio a pagar por la eficiencia del sistema. Debemos exponer que la creciente brecha de desigualdad frena el crecimiento económico a largo plazo (las economías desiguales son menos competitivas); que no es un problema de escasez, sino de redistribución; que si sufren siempre los mismos no es buen negocio para el conjunto de la sociedad. Que necesitamos más políticas predistributivas y redistributivas, y que todo lo demás son paparruchas.

Nos adentramos en un momento de aceleración, expansión e intensificación de conflictos en contextos de elevada diversidad. El prejuicio parece extenderse, y la práctica demuestra que no es suficiente munición armarse con indicadores, datos, o un ejército de fact-checkers. Si el marco mental explica la realidad a partir de una amenaza interna llamada inmigración, los argumentarios chocarán contra una pantalla invisible, impidiendo modificar las estructuras prefijadas. Sólo nos queda fortalecer el estado del bienestar y presentarlo como el espacio de seguridad para todos y todas.

Ya dije hace un tiempo que la nuestra es una sociedad de elevada tolerancia a los populismos y que todavía tenemos que ver una xenofobia particularmente descarnada y obscena, como nunca la habíamos visto. Si las instituciones parecen tabernas, las tabernas serán campos de batalla. Ojo, porque una nueva desaceleración mundial nos va a pillar recomponiéndonos todavía de la crisis. Nuestra economía tiene algunos hechos diferenciales que harán las delicias de los populismos, siempre al acecho de un buen chivo expiatorio sobre el que volcar todos nuestros males y frustraciones, individuales y colectivas. El paro de larga duración, la mayor tasa de empleo temporal y el aumento de la desigualdad y la pobreza nos destaca de la media de los países desarrollados, con el agravante de que estos tres factores afectan especialmente a los jóvenes. Toca pues salir de la pancarta y coger pico y pala. Luces largas y trabajo de proximidad para poner barricadas más útiles que las que se construyen con neumáticos en cualquier manifa. Nos va mucho en ello.

Bienestar

 

Nosostros sostenemos el mundo

“De ahí que un género duro somos y avezado en sufrimientos y pruebas damos del origen de que hemos nacido”. Ovidio, Las Metamorfosis.

Psychenautas hacia el negro absoluto. Un negro profundo y acaparador. Hojarasca a merced de la corriente, buscando trascender para comprender el río. Así surgimos del caos, vibrando hasta encontrar nuevos asideros.

Somos los colegas de Sísifo, expertos en restañar futuros; hormigas que alucinan con las luciérnagas. Protestamos vehementes, nos rebelamos, fracasamos y morimos desmembrados. Para renacer de nuevo intentando descifrar los códigos de esa mirada, tan breve como lacerante, que nos unge de miel y mar.

Somos de esa especie capaz de transmutarse en levadura o en argamasa. Priapistas o coribantes, según conviene. Sabemos que el sueño es el hermano de la muerte, y por eso rondamos a uno y a otra indistintamente. Hacemos cabriolas en la quilla de un destino que no nos corresponde. Y sumamos islas desiertas a cada naufragio.

Tenemos semidioses que murmuran letanías olvidadas, sacramentos arrebatados. Contamos con las aguas del diluvio, para que tenga sentido tanta arca. Sabremos, llegado el caso, surfear por el horizonte de sucesos. Al fin y al cabo, son los nuestros los túmulos de más enjundia, y son nuestras las aras sobre las que el incienso ciñe el talle de la concordia. Poseemos la piedra del certamen y los juegos. Y un buen día será de nuestro arco la punta que rasgará las ataduras.

Seguimos ahí, de pie entre las ruinas. Apostados ante el umbral, invocando la palabra de paso cada amanecer. Dispuestos a crecer con la epopeya. No lo olvides: somos nosotros los que sostenemos el mundo. Los que sonreímos cuando andamos quebrados por dentro.

Cuando cae el escenario, el tramoyista es el único que aprende.

SomosNosotros1-01

A vueltas con el fascismo y el antifascismo

La mayoría de los que señalamos como «fascistas» no lo son y a los que lo son les resbala. Para empezar ni siquiera es lo mismo ser de extrema derecha que ser fascista. Pero todos, especialmente la extrema izquierda y últimamente el independentismo, hemos banalizado el término hasta un extremo en el que todo es fascismo… lo que nos ha llevado por la ley del péndulo exactamente al punto contrario en el que “nada” es fascismo, y así han iniciado su avance nuevas hordas jalonadas por discursos pero que muy eficaces repetidos por pobres oradores. Y menos mal que no tienen líderes a la altura…

En el galimatías ideológico, por lo general poco fundamentado, equiparamos a Abascal, Trump o Putin sin ser conscientes de las enormes diferencias que les separan, pero sobretodo pasando por alto los profundos enlaces que les unen. Con el tiempo se estudiará el vínculo entre Duguin y Bannon, y su capacidad para adentrarse en el alma humana, pero mientras andamos la mar de entretenidos. Confundimos republicanismo con la izquierda, como si no hubiese –y bastantes- republicanos de extrema derecha. Estrechamos los marcos de nuestras entendederas, y no concebimos tampoco que se puede ser jacobino y centralista y de izquierdas, igual que se puede ser independentista y de derechas. Todos esos matices olvidados nos merman nuestra capacidad de análisis de la realidad, y ésta pugna siempre por salir a flote.

Hay una frase atribuida a Bertolt Brecht que dice algo así como «no hay nada más parecido a un fascista que un burgués asustado”. Sin entrar en la disputa por la paternidad de la afirmación, en su rotundidad se intuye una verdad que nos ayuda a abrir un poco el foco y mirar más allá de aquella visión marxista del lumpenproletariado como un grupo reaccionario. No parece que el arreón voxiano, a la luz de todos los análisis rigurosos, se sustente sobre las capas más bajas de los estratos socioeconómicos. Más bien se diría que es la baja burguesía, y la baja clase media, quien se aferra a la radicalidad nacional-católica para encontrar un asidero a sus múltiples miedos, complejos, desconfianzas y falta de ubicación. Si el futuro parece peligroso es tentador mirar al pasado. No son los que no tienen, sino los que tienen algo que perder, los que se aferran a esta peligrosa aventura para volver a poner las cosas en su sitio, que a saber qué caray quiere decir semejante cosa. La cuestión clave es comprender el cabreo de un votante de VOX, y tomar medidas para aliviarlo, antes que descalificarle llamándole fascista o racista. Señalando, insultando, lo perderemos para siempre. Aprendamos a conocer y mitigar el miedo, y a situar las salidas a los temores en un Estado fuerte y protector, que cuida por sus ciudadanos. El estado debe ser nuestra zona segura común, o todo el sistema entra en debacle, abriendo paso a oscuros tiempos.

Hace más por la gente, y contra el fascismo, una buena política redistributiva (y predistributiva) que cualquier soflama o manifestación supuestamente “antifascista”. No todo vale en nombre del antifascismo. Reventar un acto o hacer un escrache, llenarnos de manifiestos y eslóganes paulocoelhianos no sólo no va a parar este péndulo involucionista, sino que acentuará su movimiento.

Retomar la política de los consensos sería otra senda transitable, también de los imprescindibles y olvidados consensos entre izquierdas y derechas. Hay mucho más valor, mucha más épica, en el acuerdo que en el enfrentamiento. Tal visión de la política quizás ayude a mitigar el gran mal de la desconfianza generalizada.  Si lo políticamente incorrecto es utilizado eficazmente por los que nos quieren llevar al desastre, igual podemos probar con lo correcto, retornando a un parlamentarismo superior a la discusión tabernaria.

insultarnos

La ciutat és socialdemòcrata

Sento sovint, massa sovint potser, allò de les “ciutats neoliberals” com si fos un tot, un absolut, un accident meteorològic inevitable que converteix les urbs en un engendre que devora les persones. Evidentment hi ha una tendència orquestrada per tal que les ciutats esdevinguin generadores de nous beneficis per al capital financer i especulador. En aquesta perversitat hi cap des de l’especulació urbanística (i els seus fills postmoderns,  turistització i gentrificació) fins a la gestió de serveis públics (veure taurons de les finances reconvertits a gestors de serveis d’escombreries o residències de gent gran provoca esgarrifances), comptant de vegades amb la connivència de polítics de tot signe.

La socialdemocràcia és l’ideal enunciat per Kaustky, de fer desaparèixer amb un gran acord l’antagonisme entre explotadors i explotats, entre capitalisme i força del treball. A partir de la Segona Guerra Mundial, amb una visió més pràctica, la socialdemocràcia és la força que ha estat capaç de teixir una visió diferent de relacions entre el capitalisme i el socialisme, buscant enfortir la capacitat redistributiva de la riquesa, una fiscalitat progressiva i la xarxa de serveis i assistencial que coneixem com a Estat del Benestar. Com ens recordava en Francesc Trillas, és la formula política que ha garantit més benestar a més gent en la història de la humanitat. Avui el capitalisme financer ha trencat aquest acord, enfilant-se perillosament per una pendent d’explotació que pot esdevenir suïcida (la sobreexplotació de les classes populars minva finalment el consum…) per no parlar de les terribles conseqüències que estem patint a nivell de justícia social. Per altra banda, sorgeixen de nou moviments subversius d’extrema esquerra i d’extrema dreta, sustentats sobre l’onada de nacional populisme que s’estén a escala global.

Entre mig de tant voltor, com és que goso reivindicar la ciutat com un espai “naturalment” socialdemòcrata? Doncs perquè al final, com cantava Serrat, detrás està la gente. Sota totes les capes de pol·lució moral, hi ha la gent que fa la ciutat cada dia. Botiguers, taxistes, mestres, alumnes, pares i mares, avis… tots ells fan la trama, el mastodòntic però harmònic engranatge urbanita. Tots ells negocien i renegocien a cada pas les normes consuetudinàries de la nostra existència urbana. Són els constructors de l’egregor que fa possible que jo pugui enviar el meu fill a comprar el pa, que podem passejar amb tranquil·litat per les voreres, que malgrat tot visquem en un entorn de raonable seguretat i expectatives. Són els que fan, amb les seves mans, el disseny dels camins i itineraris que defineixen els barris per sobre de les fredes i irreals distribucions administratives. Són la pulsió viva dels nostres carrers.

Això genera un espai creador, col·lectiu, de transformació sostinguda i no d’insurrecció. La ciutat, al igual que la socialdemocràcia, és acord. És la negociació quotidiana de la convivència. Li cau molt bé a les ciutats el caràcter reformista d’alcaldesses i alcaldes, per tal d’aconseguir millores socials. La forma local de l’Estat, els Ajuntaments, deixen de ser instruments de dominació de classe com sosté la visió marxista ortodoxa i passen a ser els guardians privilegiats de l’interès general de la ciutadania, doncs la proximitat els defineix. Com va dir l’Eva Granados, la tasca dels socialistes “no es tracta d’assaltar els cels, sinó d’evitar que hi hagin inferns a la terra”.  Les nostres ciutat són immenses xarxes, grans projectes col·lectius inclusius de totes les diversitats. Per això són socialdemòcrates de mena.

kaustky